La herramienta más común de nuestro adversario es el usar la palabra de Dios en contra nuestra y tergiversarla para confundirnos y es algo que usa todo el tiempo, pues nos hace creer que creemos en algo verdadero, pero en realidad solo es la misma palabra de Dios distorsionada y acomodada de manera confusa.

Aunque usted no lo crea, el Diablo es alguien con muy poca creatividad, y a lo mejor es así porque no necesita más, seguimos cayendo en el mismo juego una y otra vez y no pasa nada con nosotros, piénselo, el Diablo usó la palabra de Dios y la tergiversó para engañar a Eva y lo volvió a hacer para intentar engañar a Yeshúa (Jesús) mismo miles de años después y lo sigue haciendo hoy en día.

La pregunta es a quien pretendemos parecernos nosotros, a Eva ó a Yeshúa (Jesús), quien no solo conocía la palabra, sino la vivía minuto a minuto y pudo resistir al Diablo así como la misma palabra nos invita.

La palabra de Dios cuando la conocemos y la aplicamos de manera correcta, se convierte así como lo dice la cita de hoy en un escudo, y no es un escudo que nos prevenga de grandes cosas todo el tiempo, pero a veces son las pequeñas mentiras que el Diablo nos cuenta que son aquellas que nos desvían del camino y evitan que crezcamos rápido ó que lleguemos a donde Dios espera que lo hagamos.

Acuérdese que es la palabra de Dios la que alimenta a nuestro espíritu, mientras que nuestra alma se alimenta de cualquier cosa, de modo que cuando la palabra de Dios que conocemos es una que en realidad se basa en cosas que nos dijeron, en versículos aislados ó ideas que tenemos, simplemente se convierten en por así decirlo “comida chatarra” que provoca que el crecimiento de nuestro espíritu se estanque y nos mantengamos como enanos espirituales, llenos de ideas confusas en nuestra cabeza y con una autoridad espiritual limitada ó prácticamente nula.

Es importante recalcar que nuestro espíritu, aquella parte de nosotros que es la que nos permite escuchar a Dios y que es en la que el Espíritu de Dios deposita su poder para que actuemos en su nombre, se alimenta exclusivamente de la palabra de Dios de modo que si no lo alimentamos, será prácticamente imposible que distingamos entre nuestros pensamientos y la voz de Dios, que obedezcamos esa voz ó que seamos capaces de usar el poder que Dios ponga en nosotros, es como si pretendiésemos cargar nuestro celular con un conector diferente al que tiene nuestro aparato, podríamos estar tan cerca del toma-corriente como quisiéramos, no pasaría nada, pues no hay conectividad, la palabra de Dios es esa conectividad.

La palabra de Dios cuando pasa de nuestra mente a nuestro corazón, cambia de nombre, se llama revelación y se queda grabada en nuestro corazón y es de ahí que nace la fe, es la diferencia entre lo que sabemos y lo que creemos y es justo ahí donde se convierte en un escudo en contra de los ataques de nuestro adversario el Diablo.

Por tanto, no es poco común ver a tantas personas confundidas allá afuera, creen en lo que quieren, pero no tienen una verdadera fe, pues no conocen la palabra ni la voluntad de Dios, de manera que son blanco fácil para el poco creativo del Diablo que sigue usando las mismas artimañas a lo largo de los siglos en contra de nosotros.

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