Muchas personas tienen la errónea idea de que el hacer cosas “buenas” harán que Dios menos dé cosas ó bien que haga cosas por nosotros, como si tuviésemos que estar comprando la aprobación de Dios todo el tiempo y que si no hacemos de esta manera, corremos incluso el riesgo de que Dios nos castigue, sin embargo, a pesar de lo común de este tipo de pensamiento, Dios nos ha dicho que las cosas son de otra manera.

No necesitamos hacer absolutamente nada para ser aprobados por Dios, él conoce nuestros corazones, sabe como somos y sabe que a pesar de que digamos ciertas cosas que parecen buenas y agradables, las intenciones de nuestros corazones son completamente opuestas e incluso turbias y maquiavélicas, no hay nada que podamos ocultar del Dios de los Cielos.

Sin embargo, el que seamos así, no impide que Dios piense bien acerca de nosotros, Dios sabe que tenderemos a pecar y que necesitamos ser rescatados de nosotros mismos y de nuestra manera de vivir, es justo por eso que planeó la cruz y envió a su hijo a que muriera para pagar por nuestro pecado, de modo que nada, aún nuestra doble moral y nuestra cara de falsedad se puedan interponer entre nosotros y su plan.

Es decir y en otras palabras, nuestras “buenas acciones” de nada sirven si tienen la intnención de sacarle algo a Dios, todo lo que podemos hacer es rendirnos y reconocer que necesitamos un salvador y esto de manera constante, eso nos pondrá en una condición de gracia, es decir, de recibir cosas que no merecemos a causa de nuestro pecado, pero que a su vez, alinean nuestro corazón con el de Dios.

Ahora bien, esto no quiere decir que el ser “buenos” a los ojos de Dios no nos sirva de nada, pero debemos de entender que el ser buenos no significa no pecar, sino significa el dejarnos transformar dócilmente por Dios y aprender a ser obedientes, tomando en cuenta que uno no puede amar a quien no conoce y no puede obedecer a quien no ama, entendiendo que la obediencia nos pone en un lugar especial en el corazón de Dios, nos pone en un lugar de favoritos, pues llegará el momento que dejemos de obedecer por conveniencia y lo hagamos por amor, por el puro hecho de querer robar una sonrisa a nuestro Padre Celestial.

Es por eso que me encanta la cita de hoy, me anima a perseverar por medio de mi manera de vivir a obtener un lugar especial en el corazón de Dios, pero esto no con la intención de obtener cosas ni beneficios, sino con la intención de dejar de luchar internamente y permitir que nuestra verdadera naturaleza espiritual se manifieste y dar verdadero descanso a nuestra alma, es decir que dejemos de luchar contra quien realmente somos y dejar de imponer lo que el mundo nos hace creer que somos y que debemos de llegar a ser.

A poco no suena emocionante el pensar que podemos ser los favoritos de Dios?, a poco no se le eriza la piel solo de pensarlo, pues he aquí una promesa que le anima a perseverar en ello, todo lo que debe de hacer es conocer a Dios por medio de su palabra, dejarse enamorar por él y obedecerle en lo específico de su palabra a causa de ese amor que siente por él y que su naturaleza a su imagen y semejanza se manifiesten de manera inevitable, entonces llegará a ser ese hijo favorito del Dios altísimo, no solo alguien “bueno”, sino alguien a la imagen y semejanza de Dios a quien él llama favorito.

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