Existe una marcada diferencia entre las cosas que nosotros queremos y podemos hacer y las cosas que Dios pretende no que hagamos, sino hacer en nosotros y por medio de nosotros.
Curiosamente vivimos en un mundo religioso, todas las personas a nuestro alrededor esperan algo de nosotros y en muchas ocasiones (diría que la mayoría) dedicamos más tiempo a complacer a las demás personas a nuestro alrededor que a preocuparnos por aquello que Dios pretende de y en nosotros, lo ha pensando?, yo si, todo el tiempo.
Es cierto que debemos de dar un buen testimonio, es decir que debemos de expresar externamente lo que hay dentro de nosotros, pero no es algo que nos sea necesario sino hasta el momento que hayamos permitido a Dios que transforme nuestro interior y sea natural que nuestro testimonio, no solo se refleje, sino emane de nosotros, solo que nos dejamos guiar por lo que sucede a nuestro alrededor y nos dejamos presionar, al grado que perdemos de vista el objetivo original de Dios.
El caso es que con esta constante lucha entre lo que somos y queremos y lo que los demás demandan de nosotros, pasamos mucho tiempo y gastamos mucha energía en complacer a los demás que sn darnos cuenta le ponemos una medida aún más alta a Dios y pensamos “si los hombres demandan todo esto de mi, qué no demandará Dios?!”, pues alguien se encargó de intermediar entre nosotros y Dios y alguien se encargó de interrumpir nuestra intimidad con Él de manera que nuestra consciencia de manera automática huye de su verdad y su amor.
En realidad no hay mucho que hacer, todo lo que debemos de hacer es conocer a Dios por medio de su palabra y esperar pacientemente a que sea Él quien inspire todo eso que hemos leído en nosotros, me emociona cuando Dios nos dice “yo soy el que te esfuerzo” (Isaías 41:10), recordándonos que aún esas cosas que parecieran imposibles, son no solo posibles, sino inevitables por medio de Él si es que se lo permitimos y nos hacemos sus hijos en vez de sus aduladores ó en ocasiones sus competidores.
Recuerde, Dios no espera que seamos buenos, Dios espera que seamos honestos, que le digamos de frente lo que nos gusta y que le aceptemos en nuestro corazón, Él no va a cambiarnos, ni nos va a meter en una rutina aburrida y religiosa, todo lo contrario, va a tomar lo bueno en nosotros (al fin y al cabo Él es el autor de eso bueno) lo va potencializar y cambiará nuestra manera de pensar, de modo que nuestra vida sea transformada y mejorada, y que aquello que nos acosa, nos frustra, nos asusta y nos agobia deje de tener cabida en nuestro corazón y seamos libres por una constante exposición a la verdad de Dios.
Es por eso que la cita de hoy nos recuerda que Dios pone en nosotros tanto el “querer” como el “hacer» y no es que eso nos sirva como una excusa para esperar el famoso “tiempo de Dios”, sino para que sensibilicemos nuestros corazones a Él y estemos listos para cuando Él necesite actuar en nosotros y luego por medio de nosotros y nos use para sus propósitos, dejando en ese uso una estela de bendición y beneficios consecuencia de su presencia y de su efecto en nosotros, lo había pensado.
Es por eso que esta reflexión puede tener la libertad de llamarse “flojitos y cooperando”, siendo que de una manera muy coloquialmente expresado, es lo que Dios espera de nosotros, siendo que pondrá en nosotros las ganas y los medios para hacer su voluntad, si es que nosotros lo permitimos y nos atrevemos a hacer las cosas como Él nos dice y no como nosotros pensamos ó los demás demandan de nosotros en su religiosa manera de pensar.