Muchas personas tienen le equívoca idea de que pueden tener una relación con Dios a su propia manera ó modo, por el simple hecho de que Dios no viene a reclamarles su comportamiento cada vez que hacen algo mal, sin embargo, no se dan cuenta que lo que hacen, puede y tiene grandes repercusiones en su vida tanto espiritual como cotidiana.
Para muchas personas el ser fiel y el vivir apegado a las escrituras es un acto un tanto religioso, y en su afán de distinguirse de quienes ellos consideran como tales, hacen actos con los cuales en su entender “no pasa nada” y con ello se congratulan ante los demás al decirse “espirituales”, pero no “religiosos”, sin embargo caen en graves errores delate de Dios de los cuales le quiero contar un poco.
La cita de hoy habla de que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres y creo que aunque ya lo he comentado en muchas ocasiones en estas líneas, no está demás el dejar claro que es una costumbre y cual es la diferencia con un hábito.
Según el diccionario, un hábito es un acto ó una actitud que se confunde con la vida misma de quien lo ejecuta ó lleva a cabo, es decir es un acto no racionado, un tanto instintivo y se puede controlar, es decir un hábito es como el hacer muecas, rascarse e incluso mentir, que lo hacemos sin pensar, en muchas ocasiones un hábito es más una reacción que una acción.
Mientras que la costumbre, dice el diccionario que es un conjunto de acciones racionadas que le dan identidad a un pueblo y es justo ahí donde podemos entender que la lectura no puede ser un hábito sino una costumbre y que aquellas cosas que nos dan identidad, normalmente son cosas pensadas, planeadas y parte de nuestra vida consciente.
De modo que entendemos que cuando tenemos «malas» conversaciones, tenemos conversaciones que no son del todo racionales, sino un poco más orientadas a lo emocional, tenemos conversaciones que vienen desde nuestro estómago y no de nuestra mente ó nuestro corazón, conversaciones como los chismes y las críticas que tienen que ver con nuestra opinión, nuestra circunstancia, pero no nuestro entendimiento.
Es por eso que la cita del día de hoy nos dice que cuando hablamos «a la ligera” e impulsado por nuestras emociones, rompemos con aquellos actos que nos dan identidad, permitimos que lo ocasional rompa con lo planeado y con lo establecido y permitimos que las cosas “se vayan dando” y aunque no lo hicimos con mala intención, simplemente dejamos que algo que no dominamos pase por encima de quienes somos y de lo que racionalmente somos.
Es por eso que Dios nos llama a tener cuidado con las cosas que hablamos, nos exhorta a no entablar cualquier conversación y a no hablar con cualquiera de los temas que son importantes y sobre todo nos llama a ser prudentes con nuestras palabras, para que siempre tengan la intención de edificar, redargüir y exhortar, así como lo hace Dios en todas las ocasiones y lo instruye a sus hijos y a sus siervos.
Piense que cada vez que hablamos de manera arrebatada y con las personas inadecuadas, perdemos un poco de nuestra identidad, hasta que no sepamos diferenciar entre nuestras emociones y la realidad, lo ha pensado?
Es por eso que debemos de perseverar en nuestras costumbres cristianas, es decir en aquellos actos y pensamientos que nos hagan semejantes a Dios, de acuerdo a nuestra naturaleza y a nuestra creación, de manera que no corramos riesgo y podamos arrebatar los tesoros y las bendiciones que Dios tiene preparados para nosotros.