Es interesante que una de las historias que más nos gustan es aquellas donde un hombre deposita en su pupilo todo su conocimiento, su sabiduría e incluso su paciencia, amamos las historias donde un mentor forma al héroe de la película, bien podría ser un samurai, un soldado ó el mismísimo Karate Kid, quien no lo recuerda y quien no ha hecho la referencia en alguna platica de ese famoso “mano derecha, mano izquierda” que en apariencia enceraba un coche, pero en realidad adiestraba al muchacho en movimientos precisos de golpes de karate?

Yo le puedo decir, que ese tipo de historias hacen que mi corazón se anime y creo que si no todos, la mayoría hemos deseado tener un mentor en algún aspecto de nuestras vidas y siempre hemos pensado que de así haber sido, nos hubiera sido más fácil el poder crecer en esa área ó el madurar bajo la tutela de alguien.

En la costumbre judía, esto se denomina “discipulado”, es decir, cuando un hombre toma a un joven y lo adiestra en todo el conocimiento que hay en él, hasta que ya no tiene nada que enseñarle y son iguales, el joven ha crecido a la estatura de su maestro, al grado que no queda más que bautizarle y enviarle al mundo a hacer discípulos por su cuenta (el bautizo es un acto ritual judío que simboliza “cambio de estado”, en este caso pasar de discípulo a maestro).

Hacer discípulos es enseñar a otros a vivir como nosotros vivimos, pero también significa no dejar de crecer, de modo que el discípulo aprenda a crecer más rápido que su maestro hasta que ambos lleguen al siguiente nivel y cuando el discípulo se gradúe y sea bautizado, haga lo mismo con otros y su crecimiento sea cada vez más acelerado de generación en generación.

Ahora bien, tomando en cuenta este pensamiento, cuando no tenemos un maestro ó un mentor que nos discipule, lo único que pedimos es paciencia y tolerancia, pues nuestro patrón de crecimiento es lento, pues en realidad no sabemos a qué ritmo crecer ni en qué dirección hacerlo y es por eso que en asuntos tan importantes como la fe, existen tantos enanos espirituales, pues nadie los discipuló.

Por eso es que Yeshúa (Jesús) nos puso el ejemplo, vino y discipuló a sus 12 y luego les dio la misma instrucción de vida, les dijo, vayan por el mundo y hagan discípulos y bautícenlos, es decir, multiplíquense de la misma manera que yo me multipliqué en ustedes, tiene sentido, no?

Es por eso que la fe no es un asunto “personal”, ni individual, así como nuestro corazón se entusiasma al ver a karate kid, así es como Dios tuvo la intención que fueran las cosas realmente trascendentes en la vida, es por eso que nos dejó por escrito la instrucción y nuestro corazón, ese se anima, pues entiende que aquello que vemos como idílico, no es más que natural para nosotros y la verdadera intención de Dios para nuestro crecimiento y nuestro desarrollo.

De modo que si quiere usted pedirle algo a Dios, lo mejor que pudiera usted pedir, es alguien que le discipule y alguien que sea su mentor en los asuntos de Dios, de modo que deposite en usted todo lo que ha aprendido en su caminar espiritual y le dé las herramientas para poder usted cumplir con el propósito y el plan que Yeshúa (Jesús) nos dejó por medio de la gran comisión.

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