El problema de pecar no es pecar físicamente sino pensar en pecar, pues en ocasiones nos aguantamos tanto de pecar que terminamos convirtiéndonos en unas literales “bombas de tiempo” y terminamos pecando de todos modos, sin importar cuanto nos hayamos aguantado y cuantas ganas hayamos tenido de no hacerlo.

El pecado es algo que sucede en la mente y en el corazón y no necesita haber sido ejecutado para poder ser llamado pecado, por tanto sucede que cuando nos queremos aguantar de hacer algo, normalmente pecamos todo el tiempo pues todo el tiempo estamos pensando en aquello de lo que tenemos tantas ganas.

Es justo ahí donde entra el control propio ó dominio propio que es uno de esos frutos que la gente no tiene idea ni de cómo usar ni cómo provocar en su vida cotidiana y sin embargo muchos la consideran como una medida e fe y fidelidad a Dios, pero quiero explicarle a detalle de qué se trata para que también pueda pedirlo a Dios y éste lo desate en usted, pero no como una medida de contención, sino como un fruto inevitable en su vida.

Tener dominio propio no es reprimirse de algo que se quiere, eso es “aguantarse”, el tener dominio propio tiene que ver con nuestra identidad, tiene que ver con el hecho de saber quienes somos, esto incluye el ser hijos de Dios, representantes del Reino de los Cielos, personas hechas a la imagen y semejanza de Dios y creo en mi personal opinión la más importante, imitadores de Cristo, por tanto el tener dominio propio tiene más que ver con lo que si hacemos que con lo que dejamos de hacer, y es justo en el momento de que esto nos queda claro que empezamos a ejercer el dominio propio y empezamos a caminar en esa santidad de la que todos hablan, pero pocos entienden.

Tener dominio propio tiene que ver un poco con el forzarnos a nosotros mismos a pensar en términos del Reino de Dios, de la responsabilidad que tenemos, el papel que tenemos que realizar y llevar a cabo y las muchas oportunidades que tenemos para bendecir a otros mucho antes de pensar en no pecar ó no reaccionar agresivamente ante ciertas situaciones.

Es por eso que el el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la gentileza, la bondad, la fidelidad y la humildad nos son necesarias e indispensables antes de tener dominio propio, pues son los elementos que hacen la diferencia entre el aguantarnos ó bien ser reactivos y el actuar dinámicamente ó bien proactivamente a favor del Reino de Dios, pues es la actividad la que nos ayuda a dejar de pensar en el pecado, no hay nada más peligroso que una mente ociosa, pues es el ocio quien da pie a los malos pensamientos que tarde ó temprano terminan en malas acciones, las cuales nos enajenan del Reino de Dios y terminan llenándonos de culpa y poniéndonos en esa necesidad de “aguantarnos” de algo que hemos dejado germinar en nuestro corazón.

Es por eso que Dios describe al dominio propio como un fruto, que primeramente vendrá desde nuestro interior y no a combatir lo que habita en nuestro interior como muchos piensan y segundo es un fruto dulce, es decir no tiene nada que ver con la frustración de tener que aguantarse algo que realmente queríamos, sino con el gozo de saber que aun nuestros pensamientos son dominados por Dios y entender esos nuevos pensamientos que nos ha dado, esa manera proactiva y no reactiva de pensar y actuar a favor de algo más grande que nosotros pero que a la vez por designio de Dios no podría suceder a menos que interviniéramos nosotros y nadie más.

Tener dominio propio no es luchar contra las sábanas para levantarnos 5 minutos antes para orar, tener dominio propio tiene que ver con la emoción de poder ir a la presencia de Dios a discutir temas que tenemos preparados para hablar con Él, es el no poder esperar para escuchar su voz y es el anhelar con todas nuestras fuerzas el ir a ser recordados cómo y para qué fuimos creados y el saber con gran emoción que no existe manera de lo logremos por nosotros mismos, sino por medio de los frutos que daremos.

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