No puedo recordar en cuantas ocasiones alguien me ha dicho “confía en Dios y entrégale tus preocupaciones” y sabe, cada vez que alguien me lo ha dicho, he hecho la pregunta de “cómo se hace eso?” y casi nunca me la han sabido responder.

Para muchos el confiar en Dios y entregarle sus preocupaciones significa olvidarse del asunto y dejar que se resuelvan por sí mismas, creyendo ilusamente que Dios recoge lo que nosotros tiramos y lo resuelve ó bien que Dios actúa tras bambalinas y hace las cosas como mejor nos convienen, aunque nunca nos enteremos de lo que en realidad hizo ó de los detalles de lo mismo.

Otros tantos tienen problemas con soltar el control de sus situaciones y tratan de orientar a Dios acerca de cómo es que quieren que pasen las cosas y pasan su tiempo de oración tratando de dirigir a Dios en una situación donde nunca ha intervenido, pues no ha sido invitado a formar parte sino solo es el responsable.

Estoy convencido que no podemos confiar en alguien a quien no conocemos, es decir no podemos confiar en alguien cuyo corazón no conocemos y no sabemos qué es lo que hará, cómo es que lo hará y hacia donde nos llevará, lo ha pensado?, y el problema de la mayoría de las personas es que no conocen a Dios, tienen una idea de quien es, pero no están seguros d que lo que hará les gustará, por mucho que les convenga.

Esto se lo digo, pues el siguiente paso después de confiar es entregarle sus preocupaciones, esto quiere decir que estamos dispuestos a que sea Él no quien nos resuelva la vida, sino quien nos diga como actuar y que dirija nuestra manera de actuar y resolver cada asunto, pues Él tiene el mejor interés de su Reino el cual nos conviene por encima de toda situación y de toda circunstancia, pero que posiblemente no encaje ni concuerde con nuestra visión inmediata o terrenal.

Es ahí donde se pone interesante la cosa, pues Dios tiene por objetivo el que demos frutos duraderos, cuando nosotros por lo general solo pretendemos salir del paso, Dios pretende que nunca volvamos a pasar por ese problema ó esa situación nunca más, mientras nosotros no tenemos una visión tan amplia, por lo general solo nos interesa el aquí y el ahora y eso significa que no queremos sufrir ni batallar.

Es por eso que no confiamos en Dios, pues a veces el pasar por ciertas situaciones nos significan pagar un precio, no porque lo requiera la situación, sino es parte del morir a ese que llamamos nuestro “viejo hombre” para que pueda ser forjado en nosotros el carácter de Yeshúa (Jesús) y eso es algo a lo que no estamos dispuestos, pues el drama de nuestra vida a veces nos es más cómodo.

Solo debemos de tener en cuenta que la mayoría de las veces tenemos objetivos diferentes a los de Dios, pero también nuestra consciencia sabe que tarde ó temprano terminaremos haciendo aquello que Dios espera de nosotros, la diferencia radica en que podemos hacerlo a la primera y llenarnos de sabiduría ó aprenderlo a la mala y del modo lento.

Confiar en Dios significa verlo a Él y estar dispuestos a ser transformados de regreso a su imagen y a expresar su naturaleza (semejanza) de modo que cada día actuemos más como Él y vivamos más como Él, esto sin dejar de disfrutar el mundo y sus beneficios, pues esa fue su instrucción desde un inicio, solo que Él lo llamó “enseñorearse” del mundo es decir, disfrutarlo de manera que nosotros lo dominemos y no el mundo nos domine a nosotros, tiene sentido, no lo cree?

Por tanto y en resumen, el confiar en Dios tiene más que ver con el hecho de saber no que Dios vaya a sacarnos de apuros, sino que tiene por objetivo enseñarnos a resolver cada cosa como Él la resolvería y de paso transformar nuestro entendimiento para que pensemos y actuemos cómo Él lo haría y con ello contribuir con todo lo que hagamos a los intereses del Reino, los cuales siempre nos serán de beneficio, cómo ve?

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