Alguna vez una persona dijo “somos seres de hábitos” y con eso justificó su diario actuar, quienes escucharon eso, entendieron la frase como buena y la adoptaron y hoy en día muchas personas recurren a lo conocido y a lo rutinario como algo “bueno” para sus vidas pensando que los hábitos les ayudan y les benefician.

El diccionario nos enseña que un hábito es un acto no racionado, es decir, es algo que se hace sin pensar, pero repetitivamente, es algo que es implícito en la vida de una persona, como el hacer muecas, el rascarse, e incluso el mentir.

Lo más interesante es que los hábitos se hacen porque son cómodos y nos regresan a lo cómodo, es decir, no tenemos hábitos que nos incomoden, ni tenemos hábitos que nos saquen de nuestra zona de confort, por el contrario, entré más hábitos tengamos, más en nuestra zona de confort estamos.

Podríamos decir que lo opuesto a un hábito es una costumbre, el diccionario nos enseña que una costumbre es un conjunto de actividades que le dan identidad a un pueblo, son actos que se piensan y que tienen como objetivo el definir quienes somos, nuestra vida debería de estar llena de costumbres, de las cuales entendamos su raíz, su significado y por ello sepamos quienes somos, le hace sentido lo que le comento?

La Biblia nos habla de esas costumbres que nos dan una identidad a imagen y semejanza de Dios, nos sacan de la rutina y nos proponen cosas nuevas constantemente, de manera que el pecar quede como cosa del pasado y en el olvido, pues es algo con lo que no estamos capacitados para luchar, sin embargo nuestras nuevas costumbres de Reino, harán la diferencia en nuestras vidas.

Es por eso que Yeshúa (Jesús) le decía a la mujer Samaritana de Juan 4 y a la gente que la acompañaba que Él tiene para nosotros una clase de alimento que no conocemos, uno que quita el hambre permanentemente, uno que satisface más allá de solo el hambre, uno que es capaz de saciarnos verdaderamente.

Es interesante que hemos aprendido a orar por hábito, pedimos siempre las mismas cosas y por hábito nos conformamos con no recibirlas, para luego pensar que Dios “por algo” hace las cosas, curioso, no?

Sin embargo, el objetivo de Dios es completamente distinto, Él nos aclara en su palabra de manera constante que sus misericordias son nuevas cada día y a pesar de eso insistimos en lo mismo día a día, como si por el insistir lográramos algo y además sin un plan en caso de que lo recibiéramos.

Qué pasaría si nos atreviéramos a salir de nuestro hábito?, si nos atreviéramos a probar ese alimento que no conocemos de parte de Dios?, si nos atreviéramos a salir de la rutina y empezaremos a hacer como Dios nos lo sugiere en su palabra?

Piense esto, Pablo mismo (el Apóstol) tenía toda una vida viviendo rectamente delante de los hombres y delante de su propio entendimiento y sólo le bastó encontrarse de frente con el Yeshúa (Jesús) resucitado y toda su manera de vivir cambió y fue a partir de entonces que su vida fue de verdadero impacto y dejó de esforzarse tanto por agradar a las personas y tratar de tener razón, para dejar que el efecto de Dios hablara por él.

No sé usted, pero creo que vale la pena, creo que puede ser de gran beneficio el romper con nuestros viejos hábitos para comenzar nuevas costumbres, no lo cree?, deje de pedir cosas que no sabe si recibirá y atrévase a probar lo nuevo y emocionante que tiene Dios para usted, todo lo que tiene que hacer es pedírselo y conocerle por medio de su palabra, le aseguro que recordará el día que comenzó a hacerlo, como uno de los mejores de su vida.

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