Por alguna razón, las personas pasan su vida entera buscando la fórmula secreta para lograr que Dios responda sus oraciones ó bien que les dé aquello que esperan recibir, no sólo para ser complacidos por Dios, sino para validar su calidad moral y espiritual, lo ha pensado?

Afortunadamente no existe tal cosa como una validación delante de Dios, es decir, Dios nunca va a hacer tal cosa como decirnos si estamos bien ó estamos mal, Dios nunca va a “bendecirnos” (lo pongo entre comillas, pues lo que las personas lo que esperan no es bendición, sino favor) por el hecho de que nos estemos portando bien, y Dios nunca va a darnos cosas porque en nuestro propio entendimiento seamos buenos y las otras personas pudieran vernos.

Como lo he mencionado en muchas otras ocasiones en éstas líneas, las cosas que normalmente ocupan nuestra oración son aquellas que la Biblia menciona como “añadidura” en Mateo 6:33, es decir oramos por las consecuencias de vivir una vida de Reino, pero descuidamos el Reino, pues olvidamos que no se trata de nosotros, sino que somos parte de un todo mucho más completo y mucho más complejo y de un alcance eterno y no solo temporal.

De modo que no es lo que nosotros veamos de nosotros mismos ni tampoco lo que otros vean en nosotros, sino lo que Dios pueda ver en nuestro interior y eso no tiene nada que ver con lo bueno ó lo malo que seamos, sino tiene que ver con las consecuencias de lo que Él haya podido hacer en nuestro interior por medio de su Espíritu Santo.

Como se diría comúnmente en México Dios pretende darnos “el remiendo y el trapito”, es decir, todo lo que espera es poder entrar a nuestro corazón y poner orden, de manera que manifestemos las cosas santas y las cosas puras y no las cosas que normalmente expresamos y que lo hagamos de manera permanente y no sólo cada vez que necesitemos algo ó nos acordemos de que debemos de ser “buenos”.

La cita de hoy nos habla acerca de circuncidar nuestro corazón, es decir, el que le permitamos a Dios el quitarle la capa externa a nuestro corazón, a nuestra manera de vivir, de modo que podamos exhibir quien realmente somos, pero por medio de Él y no por nuestro esfuerzo ó mérito propios, pues todos sabemos que si solo nos exhibimos a nosotros, mostraremos la inmundicia de nuestros corazones y nuestra maldad, pero sabe, la Biblia nos promete que si amamos a Dios verdaderamente y que si le buscamos de corazón, no seremos avergonzados y Él protegerá nuestro corazón, de modo que siempre estaremos seguros en sus manos, pues nadie podrá echarnos en cara nuestro pasado por terrible que este sea.

Obviamente la condición está clara, tenemos que ser circuncidados y así como se entiende el término en lo natural, es algo que es doloroso, pues consiste en dejar de entender nuestra manera de vivir a nuestro modo y entrar en la dimensión de lo transparente pero eterno, consiste en dejar que Dios hable más que nosotros en nuestro tiempo de intimidad, consiste en permitir que lo que está escrito tenga más peso que lo que opinemos ó que la importancia ó relevancia de nuestras situaciones cotidianas, lo que sabemos y entendemos acerca de Dios es más importante que lo que sintamos, sin importar lo agudo de nuestro sentimiento ó las razones que tengamos para sentirnos de una u otra manera, es el darle paso a Dios para que pueda ser Dios, y no simplemente “dioscito”.

Si lo pensamos detenidamente , Dios pidió a Abraham un acto carnal y difícil al darle la instrucción de circuncidarse, pero en realidad fue un acto de intimidad, pues quien iba a saber a plena luz del día quien estaba circuncidado ó no, si sus ropas protegían su intimidad?, ese principio no ha cambiado, solo que en vez de hacerlo físicamente, Dios ahora espera circuncidar el lugar donde habitan nuestras ideas y nuestros pensamientos a fin de santificarlo, a fin de darle un propósito a todo lo que pensamos y todo lo que sentimos, de modo que pueda expresar libremente que ese lugar le pertenece y que está decorado con verdad y con gloria y no solo con opiniones ó situaciones temporales.

La circuncisión del corazón es algo que debemos anhelar y algo en lo que debemos perseverar, es algo que debe de ocupar nuestro tiempo de oración, pues el Espíritu Santo no nos va a visitar a menos que nosotros le demos libre paso a nuestro corazón y estrictamente por medio Yeshúa (Jesús) quien es quien propicia la santidad y la pureza de corazón que necesitamos por medio de su sangre, por tanto debemos de profundizar en ello en nuestra oración y no descansar hasta que Dios haya cumplido su promesa y se haya hecho dueño de nuestro corazón y haya quitado esa capa exterior de nuestros corazones.

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