Cómo muchos de ustedes saben tengo más de 18 años de experiencia en la industria del turismo y un poco más de 28 años de conocer a Cristo de manera personal, y a lo largo de este tiempo me ha tocado ver y ser parte de muchas pero muchas bodas, tanto por mi trabajo, como por mis amigos y mi vida ministerial y me ha llamado mucho la atención el ver a muchas personas hacer planes de boda, poner casa, hacer fiesta y todo lo que esto conlleva y sin embargo, no tener un plan para el día número uno después de su luna de miel y el resto de sus vidas.
Obvio, he visto de todo, pero me impactan mucho estos casos, pues es impresionante notar como hay personas que están más emocionadas con el hecho de casarse de blanco y negro respectivamente y de hacer una gran fiesta, que con el hecho formar una familia y emprender una trayectoria en conjunto para el resto de sus vidas y luego, no me sorprende (lamentablemente) el hecho de que se divorcien si siquiera lamentarlo.
Esto que le cuento, no es un hecho aislado y no se remite tan solo a las parejas que se casan, de hecho es solo un ejemplo para ilustrar esto que le quiero platicar el día de hoy.
Muchas personas emprenden lo que ellas le llaman oración y están más emocionadas con lo que van a recibir y lo que esperan que Dios les conceda que con el hecho de que el poder del Reino de los Cielos se desate en sus vidas y el hecho de que lo que piden pudiera ser no algo esporádico y aislado, sino algo continuo y que las pone en el mismo plano de identidad que Dios, han soñado tanto con lo que esperan que Dios les conceda que no tienen un plan para el día siguiente.
Es por eso que me gusta el invitar a las personas a leer la Biblia y soy muy insistente, ya que es cuando leemos que vamos a encontrar las coincidencias de lo que Dios nos habla repetidamente de maneras distintas a lo largo y ancho de la Biblia, por ejemplo en la cita de hoy, Yeshúa (Jesús) solía decirles siempre a quienes sanaba que regresasen a sus casas y hablaran a todas las personas acerca de lo que Dios había hecho en sus vidas, esto nos lleva 2 cosas ó bien a 2 casos en específico, primeramente entendemos que la fe viene por el oír (Romanos 10:17) y no basta que solo las personas vean que Dios ha hecho algo en nosotros, sino que es necesario que les hablemos de quien y cómo ha actuado en nuestras vidas, pues según la promesa de esta cita, es lo que activará su fe, es decir, las personas dejarán de creer en fantasías y mitos y aprenderán a creer en el Dios vivo de la Biblia, por conducto de nuestras bocas y nuestros testimonios.
Segundo, debemos de entender que todas las instrucciones de la Biblia están ligadas la una a la otra y todas ellas llevan al establecimiento del Reino de los Cielos en la tierra, piense que la instrucción de Yeshúa (Jesús) no es otra cosa que la confirmación de la cita que Él mismo nos dio, cuando dice Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, sanen a los leprosos y expulsen demonios, ustedes han recibido gratuitamente, así que también den gratuitamente! (Mateo 10:8), es decir, y cómo mejor lo conocemos, de gracia recibieron, de gracia den.
Esto nos lleva a entender que Yeshúa (Jesús) no solo sanaba a las personas, sino que cambiaba su condición espiritual, pues no solo depositaba sanidad en ellas, sino depositaba también su Espíritu, el cual las transformaba al paso que hablaban lo que les había sucedido y se daban cuenta que la misma palabra que hizo efecto en ellas lo podía hacer en las demás personas si tenían fe, por ello podrían hacer lo mismo que Yeshúa (Jesús) hizo, y de hecho el mismo Yeshúa (Jesús) lo confirmó en Juan 14:12, donde afirma que las mismas cosas que Él hizo y aún mayores seremos nosotros capaces de hacer y llevar a cabo, si creemos en Él ya que Él va al Padre a interceder por nosotros.
Es entonces que no nos debe de asombrar que la última instrucción que el Cristo resucitado, es decir el mismo Yeshúa (Jesús) cuando estaba a punto de partir a la presencia del Padre haga el mismo sentido y sea la misma instrucción que les daba a los que sanaba cotidianamente, más lo dejó ahora como una gran comisión.
Jesús les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la buena noticia de salvación a toda la gente. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado. Y estas señales acompañarán a los que hayan creído: expulsarán demonios en mi nombre y hablarán en otros idiomas sin haberlos aprendido. También tomarán serpientes en las manos y si llegan a tomar veneno, no les hará daño. Además podrán sanar a los enfermos tocándolos con las manos» (Marcos 16:15-18).
Entonces, debemos de entender que el pedir bendición, no es un acto de fe, a menos que entendamos que cuando Dios desata su poder en nosotros y a favor de nosotros, lo va a hacer con la intención de sumarnos a su Reino y a su obra, debe de haber en nosotros no solo la intención de recibir algo, sino de ser capaces de dar ese algo y de tomarlo del mismo lugar donde lo recibimos, del corazón de Dios, la promesa de la Biblia nos dice que si damos, recibiremos y que la medida será siempre mayor al recibir, pero que no dejemos de dar (Lucas 6:38).
De modo que este es el momento en el que nos debe de quedar claro que somos parte de algo más grande que nuestro deseo y nuestra necesidad y que no hay límite en lo que podamos recibir, siempre y cuando planeemos estar dispuestos a dar y dejar de vivir solo para nosotros y empezar a vivir junto con Yeshúa (Jesús) en el plano de lo eterno, aún estando aquí en esta tierra.