En muchas ocasiones cuando oramos, pareciera que olvidamos quien es Dios, ya que las personas pasan su tiempo orando en defensa de sí mismos en vez de orar a favor del Reino de Dios, pues pocas veces entienden que su vida tiene que ver más con Dios que consigo mismas y tienen miedo de sufrir.

Es decir, las personas no están dispuestas a ser incomodadas a causa de su fe y pasan su tiempo de “intimidad” pidiendo por cosas que les ayudan a estar cómodas y para no batallar, sin entender que son parte de un ejército celestial y que su papel es hacer daño en terrenos del enemigo (el Diablo).

Incluso en nuestra vida personal, nuestro trabajo es conquistar y derrotar, para con ello establecer el Reino de Dios, es nuestro trabajo acabar con nuestros malos hábitos, para crear buenas costumbres que nos den identidad y nos hagan ver y entender como parte de un Reino que tiene que ver más allá de solo cosas “buenas” y nos ponga en un plano eterno.

Es por eso que Dios permite que haya gigantes en nuestras vidas, gigantes que vengan a desafiar nuestra fe, pero entiéndalo bien, no gigantes que vengan a atemorizarnos ó que sean obstáculos en nuestro diario vivir, sino gigantes que ofendan a Dios y que despierten el celo acerca de las cosas de Dios en nosotros y nos hagan querer pelear por las cosas que son santas.

Piense esto, David era un pastor y según el entendimiento de su padre y sus hermanos no tenía ni la edad ni la estructura física para estar en el campo de batalla, su ocupación consistía en cuidar las ovejas de su padre y eso era todo, su mundo se reducía a un campo y a un grupo de ovejas, fuera de eso, nada le debería de ser importante, es como si una persona solo se preocupara por su propio bienestar y su trabajo, ahí, no hace mal a nadie, no mata, no roba y no es de perjuicio para nadie, pero eso lejos de no hacerla una persona mala, la deja en el peor de los escenarios, es una persona mediocre, pues no hace mal, pero tampoco hace nada bueno.

David fue enviado a llevar de comer a sus hermanos y sus ojos fueron abiertos, el Reino del cual era parte, estaba siendo amenazado por un gigante, un solo hombre de gran estatura tenía atemorizado a todo el ejercito de los israelitas y los mantenía congelados, pues no había quien se atreviese a enfrentarse a él, esto hizo hervir su sangre (la de David), pues cada palabra del gigante ofendía no a los soldados, no a sus líderes, sino a la nación entera y lejos de que fuesen solo una nación, sucedía que Dios les acababa de establecer como tal con un territorio, después de caminar por décadas por el desierto guiados por una columna de humo durante el día y una columna de fuego de noche, después de haber sido alimentados por pan que caía del cielo y de beber de agua que brotaba de las rocas, ahora un solo hombre pretendía amedrentar al pueblo quien tenía su identidad en el Dios Todopoderoso! y lo peor es que todo el ejército creía más en las palabras del gigante que en la verdad que Dios había declarado sobre ellos por siglos!

Eso mismo pasa cuando nos atrevemos a orar en defensiva, cuando oramos para que no nos vaya mal ó tenemos miedo de que nos incomoden las circunstancias, dejamos de entender quienes somos y lo que Dios ha dicho acerca de nosotros, nos comportamos como individuos y no como un cuerpo ni una nación y nos hacemos pequeños al grado de ver a las circunstancias que nos rodean como un gigante que nos amedrenta.

Afortunadamente David no estaba contaminado de las cosas que decía el gigante y no veía las cosas que los soldados israelitas veían, David venía de pasar largos tiempos en la presencia de Dios en el campo, aprovechaba su tiempo de trabajo cuidando ovejas y cuidándolas como propias (así debiésemos de trabajar todos) y entendiendo a Dios como parte de su día a día y su identidad.

De modo que cuando vio al gigante su sangre hirvió, no podía tolerar que una sola persona estuviera tan equivocada y se atreviera con toda su ignorancia a ofender a Dios y al pueblo que había establecido sobre la tierra, de modo que su único anhelo era matarlo, y acabar con su vida, olvidó su edad, olvidó su estatura y entendió que era su papel el hacer algo en el nombre de Dios.

Hay personas que se atreven a pasar por la pobreza, por la enfermedad y por la vergüenza porque creen más en su pasado, en sus malas decisiones y en la culpa que les aqueja que en lo que Dios dice acerca de ellas, pasan por alto el invaluable sacrificio que Yeshúa (Jesús) hizo en la cruz y hacen de su pasado, de sus circunstancias y de su propio entendimiento gigantes que les aquejan y les paralizan, siendo que dentro de ellos (en su corazón) está la respuesta y la pasión que necesitan, no necesitan recuperar su autoestima, necesitan entender que Dios es Todopoderoso y que nos hizo a su imagen y semejanza, es decir, buenos, capaces de amar y listos para toda buena obra sin importar la circunstancia por tanto debemos de entender que los gigantes que enfrentamos están ahí solo para despertar nuestra pasión por el Reino de Dios y su perfecto plan y no para amedrentarnos!, quiere decir que cada vez que nos enfrentamos a un gigante Dios nos considera listos para crecer al siguiente nivel y está dispuesto a respaldarnos, solo debemos de actuar conforme a la palabra, sin importar todo lo que pudiera aquejar nuestra mente, como decía Pablo el apóstol, con los ojos puestos siempre en la meta y no en el camino.

Créalo ó no, cada vez que hay un gigante en nuestro camino, es un voto de confianza de Dios hacia nosotros, de manera que está dispuesto a actuar por medio nuestro, pero a favor de un plan más completo y con más permanencia y trascendencia que solo nuestra comodidad, cuando nos atrevamos a verlo, nos daremos cuenta que la palabra de Dios se cumple donde dice que somos más que vencedores, pero dígame una cosa, quien es vencedor sin una batalla digna que le reconozca como tal?, justo así le sucedió a David y todos recordamos al muchacho que venció al gigante con solo una honda y una piedra, se ha puesto a pensar que Yeshúa (Jesús) se denomina a sí mismo como la roca?

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