Muchas personas tienen la idea de que hay una fórmula para orar, por ello siempre están buscando la manera correcta de hacerlo, al grado que hay personas que aseguran que ciertas oraciones recitadas resultan “milagrosas”, siendo que todo lo que el Padre espera es que vayamos delante de Él, que abramos nuestro corazón y tengamos una conversación con Él cara a cara donde Él pueda hablarnos acerca de los planes que tiene para nosotros y de todo lo que nos preocupa y ocupa está previamente resuelto.

Sé que hay muchas personas que tienen por hábito el rezar de esta manera y no es que esté mal, pero tampoco hace ningún sentido, pues a lo largo y ancho de la Biblia, ningún hombre lo hizo de esta manera, y nunca logró nada de esta manera.

Existen oraciones como el famoso Padre Nuestro que no tiene que ver ni con el recitar una oración en específico ni con el hecho de que esta oración sea un esquema de como orar, sino con el profundo conocimiento que tenía Yeshúa (Jesús) del Padre y le hablaba en términos del Reino y no en términos de la necesidad ni la terrenalidad de nadie, de eso se trata el Padre Nuestro, de la capacidad de dar, de la capacidad de perdonar y de la capacidad de resistir a nuestro adversario con el propósito de expresar y manifestar el Reino de Dios como parte de el y no como agentes externos y ajenos.

El capítulo 6 del libro de Mateo nos habla acerca de la oración y una de las cosas que nos advierte es que no hablemos mucho como quien pretende hacerse notar delante de Dios, pues eso no denota otra cosa que nuestro desconocimiento de quien es Él y la distancia entre nuestro corazón y el suyo, ya que la oración no es una frase repetida, sino un momento de intimidad, en el que se hace una cita, se prepara aquello que habremos de hablar con el Padre, tendremos en cuenta su majestad y su poder y vamos en el plan de deleitarnos en Él, en vez de pasar un tiempo forzado como hemos hecho hasta ahora, no lo cree?

Por tanto podemos entender que hay dos posibles maneras de orar, la primera como comúnmente lo hacemos, que es desde la tierra pretendiendo que Dios arregle asuntos terrenales y efímeros ó bien, subiendo nosotros a la presencia del Padre, recuperando nuestra identidad a su imagen y semejanza, recuperando y reenfocándonos en su propósito de manera que nuestras necesidades básicas sean resueltas por “añadidura” y como parte de lo que hacemos día a día.

Es insólito el tiempo que pasamos hablando a Dios de nuestros problemas, como si número uno Él no los supiera y dos, como si él no los pudiera resolver, ya que le damos tantos detalles que dejamos ver que nuestro corazón está más con las cosas que necesitamos que con Él.

Es por eso que la cita de hoy nos previene y nos advierte que no oremos hablando a Dios como quien no lo conoce, más vale que tomemos un tiempo y que conozcamos a Dios y de Dios de manera que sepamos cómo acercarnos y a qué acercarnos de manera que siempre que lo hagamos regresemos en un deleite de haber estado con Él y con la certeza de que no solo recibiremos aquello que pidamos, sino que saldremos con instrucciones acerca de qué hacer para asegurar que su presencia permanezca siempre con nosotros.

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