Vamos saliendo de la famosa “Cuaresma” encoronada por la “Semana Santa”, en la que muchos se esfuerzan por expresar su fe y hacer cosas agradables a Dios, mientras otros tantos se preocupan porque los demás perciban su devoción a Dios y a las tradiciones dictadas por la iglesia, pero siempre que pienso en este tipo de sucesos, me queda la duda de qué es lo que se debe de hacer una ves que se termina.
Esto es como las bodas, todo mundo planea la fiesta, la recepción, la ceremonia, incluso la luna de miel pero pocas personas tienen un plan o una idea para lo que sucederá el día después de que todo acabe.
Piénselo de esta manera, cada año, las personas que celebran la cuaresma, empiezan a celebrar por el miércoles de ceniza, muchos dejan de comer carne los días viernes, celebran el domingo de palmas, y obviamente siguen detenidamente los famosos días santos para culminar en el domingo de resurrección, para luego regresar a su vida cotidiana y a lo mejor se escucha un poco juicioso, pero como si nada hubiera a sucedido.
Lamentablemente este tipo de tradiciones no llevan a mucho, pues nos hacen reflexionar, pero no nos llevan a actuar, ya que solo expresamos nuestra fe o a lo que llamamos fe durante ese tiempo, pero no nos lleva a la esencia real de todo esto que es el llegar a ser imitadores de Cristo.
Es por eso que yo en lo personal trato de no hacer todas esas celebraciones que no están escritas en la Biblia (note que para nada interfiero con quien decida si hacerlo), ya que por lo general están basadas en buenas intenciones con resultados pobres.
La verdadera celebración de la Semana Santa, viene al acabar esta, al no ver, sino al entender al Cristo resucitado, al entender su propósito y al sumarme a su plan eterno.
Ya que aquellos que celebran durante cuarenta días previos, piensan que han hecho suficiente, pero veamos las cosas como Yeshúa (Jesús) las vio y las sigue viendo.
En el tiempo que Yeshúa (Jesús ) vivió entre los discípulos, era Él quien lo hacía todo, ya que les enseñaba como es que funciona el Reino de los Cielos, posteriormente fue crucificado de acuerdo a la profecía, murió y resucitó y fue precisamente cuando resucitó que les dio una gran comisión (Marcos 16:15-18), que no es otra cosa que lo que Dios dio como instrucción a Adán y lo ratificó por medio de Yeshúa (Jesús) quien nos capacitó en las obras del Espíritu Santo para llevarlas a cabo.
Por tanto el que haya pasado la Semana Santa y que hayamos celebrado al Cristo resucitado, no marca un final, sino un principio, nuestro principio funcional, así como los discípulos se convirtieron en Apóstoles y sembraron iglesias y dirigieron a los creyentes, es que nosotros debemos de empezar a realizar las obras que Yeshúa (Jesús) realizó y le imitemos llevando las buenas nuevas.
Por tanto, esta semana es el comienzo de nuestra celebración, los cuarenta días pasados pudieron ser de preparación, pero ahora es cuando Yeshúa (Jesús) dejó las cosas en nuestras manos para que actuáramos como extensión del Reino de los Cielos.
En el Reino de Dios las cosas funcionan de manera distinta a la tierra, pero recuerde que es al Reino al que pertenecemos y no a la tierra.