A muchas personas no les queda del todo claro para qué Dios pretende darnos un espíritu y tampoco les queda del todo claro cual es la diferencia entre nuestra alma y nuestro espíritu, pues en pocas ocasiones se han visto a sí mismas en la necesidad de verdadera y auténticamente escuchar a Dios y permitirle que les transforme por medio de su voz y su palabra.
Dios es 3 en uno y uno en 3, es decir, es Padre, Hijo y Espíritu y aunque es el Espíritu el que habita entre nosotros, no podemos evitar estar en comunión con el Padre y el Hijo al estar en comunión con el Espíritu, a su vez, Dios nos creó a su imagen y semejanza, es decir nos hizo 3, cómo él es, de modo que nos hizo cuerpo, alma y espíritu, siendo el cuerpo nuestra consistencia física, el alma la que concentra nuestros pensamientos y nuestros sentimientos y el espíritu, aquella parte de nosotros que tiene la capacidad de escuchar a Dios y por medio de la cual Dios manifiesta su poder, sin embargo y de acuerdo a lo que nos dice la Biblia, todos nacemos muertos en espíritu, de modo que no nos es natural el poder escuchar a Dios y esto no cambiará, hasta que no decidamos nacer de nuevo y confesar a Yeshúa (Jesús) como nuestro Señor y nuestro Salvador y será entonces que empezaremos en esa maravillosa jornada a la que Dios nos da acceso de tener una auténtica relación con él y nos permita entrar en la dimensión de lo espiritual.
Esto se lo digo porque es vital entenderlo, ya que muchas personas han decidido creer con su entendimiento, es decir, deciden razonar su fe y por así decirlo y de alguna manera controlar lo que creen y limitar su fe a su entendimiento intelectual al grado que terminan inventando su propia fe y sus propias creencias a causa de su falta de espíritu.
Irónicamente hay personas que se denominan a sí mismas “espirituales” con la intención de no ser tachadas como religiosas, sin tomar en cuenta que quien es espiritual obedece al Espíritu de Dios y sin un espíritu ellas mismas, no tendrán capacidad de escucharle y pasan por alto que aquel que es espiritual es doblemente obediente pues el Espíritu de Dios no hará otra cosa que revelarles la profundidad de la palabra de Dios y llevarles a vivirla de manera cada vez más radical.
Curiosamente las personas que no tienen un espíritu y que nunca se han atrevido a hacer una confesión de fe y reconocer que necesitan en Yeshúa (Jesús) un salvador que les revele una nueva manera de vivir, tienen la idea de que tienen que cambiar, es decir que tienen que ser desechados en su manera de vivir y convertirse en personas completamente distintas y rechazan por completo la idea de acercarse a Dios, siendo que el Espíritu nos revela que lejos de ser malos y desechables, somos perfectibles (Filipenses 1:6) y que Dios tomará lo que somos y lo transformará en algo glorioso y reluciente, todo depende de qué es lo que creamos y le permitamos a él hacer en nosotros.
De manera que podemos entender que tener una fe adecuada es uno de los privilegios más grandes qué hay y que solamente depende de que le demos oportunidad a Dios de que nos regrese ese espíritu que Adán y Eva perdieron en el Edén y que tanto necestiamos, pero también entendemos el gran riesgo que viven aquellos que han decidido creer por su cuenta y que solo se basan en su intelecto, pues este puede ser engañado de manera súmamente sencilla y desviarnos al grado que nos perdamos por completo por la eternidad.
La cita de hoy nos advierte sobre ello y describe a quienes rechazan la idea de ser rescatados por Yeshúa (Jesús) y si observa detenidamente, existen muchas personas con ese síntoma a nuestro alrededor, pero la buena noticia es que no están perdidos, solo están esperando que alguien con un estilo de vida glorioso inspirado por el Espíritu de Dios los anime a buscar un Salvador y un Señor que transforme sus vidas.