Muchas personas tienen un mal entendimiento de lo que es el pecado, pues creen que el pecado tiene que ver con hacer “cosas malas”, pero en realidad no es así, pues si lo analizamos detenidamente, cada persona puede tener su propio concepto de que es algo malo, de modo que lo que es malo para unos, no lo es para otros, pues cada uno ve las cosas desde su propia perspectiva y también difícilmente puede ser objetivo al respecto pues cada uno solemos justificar nuestra propia manera de vivir y con ello tratar de “aminorar” la maldad ó la seriedad del efecto de nuestras acciones.
En realidad el concepto de pecado de parte de Dios es mucho más sencillo de lo que imagina, el pecar es el ser independientes a Dios, el tomar las cosas en nuestras propias manos y pensar y/ó hacer cosas sin tomar en cuenta a Dios y el ejemplo más claro está en Adán, quien lejos de consultar a Dios acerca de lo que Eva había hecho, decidió tomar el asunto en sus manos y comer del famoso fruto prohibido y así muchos otros ejemplos en la Biblia.
De modo que el pecado sucede en nuestra mente y en nuestro corazón, no en nuestras acciones y es ahí donde debemos de entendernos pecadores, no en lo que es aparente, sino en lo que es interno, pues es ahí en lo interno que se define quienes somos y lo que reflejamos hacia Dios.
Así que si lo pensamos detenidamente, es muy pero muy probable que nos sea completamente imposible el percibirnos a nosotros como pecadores y que incluso lleguemos a un punto donde nuestra consciencia nos acuse todo el tiempo y nos sintamos condenados y sabe, según mi entendimiento es ahí y justo ahí a donde Dios pretende llevarnos, pero ojo, no para que nos sintamos mal y no para que nos condenemos, sino para que reconozcamos que no podemos y por primera vez (probablemente) tengamos que reconozcamos que necesitamos un salvador.
Es aquí donde la Biblia empieza a hacer sentido para muchos, pues todos hemos pasado por esa etapa donde Yeshúa (Jesús) suena como una “buena” alternativa, pero en realidad nos cuesta trabajo el comprender que sea nuestro Señor y nuestro Salvador y aunque siempre lo decimos en otro orden, Yeshúa (Jesús), nunca será nuestro Señor a menos que haya sido nuestro salvador, pues no tenemos y no entendemos la necesidad del uno sin haber experimentado al otro.
Lo mejor de todo es que no merecemos el que Yeshúa (Jesús) sea nuestro salvador, la Biblia nos dice que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23), es decir el ser independientes a Dios en cualquier sentido de nuestra vida es meritorio de morir, de modo que debemos de aprender a incluir a Dios en cada uno de nuestros pensamientos, pero como afortunadamente no sabemos cómo hacer eso, todo lo que Dios necesita es que nos atrevamos a declararnos a nosotros mismos como débiles ó imposibilitados ante tal condición para poder darle paso a que su gracia tenga efecto en nosotros y sea Él quien se posicione en nuestra mente y en nuestro corazón primeramente por medio de su palabra y segundo en nuestras acciones.
Piénselo de esta manera, nosotros primero queremos hacer buenas acciones para agradar a Dios, pero Dios lo planeó de otra manera, Dios primero quiere cambiar nuestra manera de pensar, para que luego nuestra manera de actuar cambie de manera consecuente (Efesios 4:23), es curioso que nosotros pretendamos cambiar primeramente lo externo (pues en realidad eso nos justifica ante los demás) cuando Dios en realidad pretende cambiar primero lo interno que nadie ve, para poder propiciar entre nosotros y Él esa intimidad de la que tantas personas hablan, pero pocos entienden pues no han experimentado, lo ha pensado?
De modo que Dios necesita llevarnos al extremo de que nos rindamos ante la imposibilidad de pensar y sentir de la manera adecuada, de modo que podamos buscarle no como el Dios “bueno” que quiere bendecirnos, sino como el Dios que verdaderamente se hizo hombre, dio su vida por nosotros y pretende hacerse nuestro salvador, tiene sentido esto que le digo?