En ocasiones en nuestro ejercicio de la fe, solemos pedir que los tiempos difíciles pasen rápido y que los momentos agradables no pasen nunca, pero en pocas ocasiones nos tomamos el tiempo para entender qué es lo que Dios pudiera esperar, no de esa situación en específico, sino de nosotros como sus hijos y en medio de su propósito.

Una de las cosas que Dios anhela, es que aprendamos a quitar nuestra vista de lo inmediato y de lo efímero y que aprendamos a ver las cosas hacia lo eterno y lo permanente, pero de manera puntual, eso quiere decir que tengamos la capacidad de recordar cada uno de los momentos en los que ha participado e intervenido en nuestra vida, con el único y simple propósito de que nuestra memoria sea el fundamento para nuestra confianza en Él, es decir que podamos ver, entender y dimensionar su fidelidad, su constancia y su precisión, de modo que dejemos de orar y pedir con desesperación y lo hagamos con verdadera y absoluta fe, lo había usted pensado.

Lo curioso es que pareciera que nos sucede algo así como si nos “reseteáramos” y de pronto ante cada adversidad y ante cada problema nos comportamos como si fuera la primera vez y como si nunca hubiéramos recibido el favor de Dios, de modo que nos acercamos a Él como novatos, como extraños y como inexpertos, de modo que la espera de su intervención pudiera parecer larga, ruda y desesperante.

Es por eso que necesitamos tener un registro de sus favores y un registro de sus palabras, pues en ocasiones nos habla por adelantado y nos comparte de lo que habrá de pasarnos (profecía) con la intención de que confiemos y esperemos en Él y no de Él, pues no es algo nuevo, es algo previamente anunciado que nos pone en una condición de ventaja, de seguridad y de fe.

Es por eso que me maravilla y me tranquiliza la cita de hoy, me habla de que todos mis días podrían ser enumerados pues en todos ellos hubo, hay y habrá una intervención específica de Dios, que nos lleva al mismo propósito desde el principio y que nunca hará algo aislado, extraño ni incongruente con el resto, de manera que veamos y entendamos las cosas de la manera que Él lo hace y con el fin que Él nos comparte, tiene sentido esto que le estoy diciendo?

De manera que cuando empecemos a ver y entender las cosas como Él las ve y las entiende, alcancemos sabiduría, pues la sabiduría no viene más que del temer a Dios (Proverbios 1:7) que es de temer (saber lo que Dios hará) a Dios.

Como lo digo todo el tiempo, a Dios no hay que entenderlo, hay que creerle, pero cada vez que le creamos, sin cuestionarlo, sino con la intención de que sea verdad todo lo que nos dice por medio de su palabra, Dios promete revelación que nos dará entendimiento, no solo de su palabra, sino de las intenciones específicas y profundas de su corazón.

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