En ocasiones por estar metidos en nuestras rutinas diarias, en nuestra muy ensayada manera de hacer las cosas, nos perdemos de los detalles importantes de nuestra fe, pues empezamos a vivir de acuerdo a nuestro entendimiento y dejamos de vivir de acuerdo al entendimiento de Dios, el cual está plasmado en su palabra, no para que Dios no nos vaya a castigar, sino para asegurarnos que hemos diferenciado entre su voluntad y nuestros propios pensamientos.

Si lo pensamos detenidamente, en nuestro mal entender de la fe, hemos cambiado el sentido de muchas palabras plasmadas en la Biblia, la palabra “milagro” es una de ellas, y aunque entendemos que para que haya un milagro necesitamos la intervención de Dios, nos hemos acostumbrado a que esto sea de manera tan esporádica que incluso hemos encontrado un nuevo significado para la palabra milagro, ahora significa aislado, esporádico y poco común, lo había notado?

La Biblia nos deja claro que ahí donde Dios habita, los milagros son cosa de todos los días y cierto, requieren de la intervención de Dios, pero Dios ha mostrado a lo largo y ancho de su palabra que es su deseo el manifestarse en medio de nosotros de manera constante, al grado que primero envió a su hijo a esta tierra para que viniera e hiciera  milagros de manera constante y cotidiana y segundo envió al Espíritu Santo para que se manifestara con la misma frecuencia e intensidad, solo que ahora por medio de nosotros quienes nos hemos declarado hijos de Dios.

Muchas personas limitan la presencia de Dios a las iglesias ó a las reuniones de culto incluso, pero no es la presencia de Dios lo que debemos de buscar, sino su manifestación, y es por eso que debemos de tener cuidado cuando hablamos de fe, pues Dios nos ha insistido que todo lo que pidamos en su nombre, nos será dado, pero también nos ha advertido acerca de usar su nombre de manera vana y poco seria, pues si nombre es el detonador del poder que Dios manifiesta.

Es por eso que Moisés cundió en pánico cuando Dios le anunció que no estaría con el pueblo de Israel, recuerde que Dios se manifestaba todo el tiempo por medio de una columna de humo de día y una columna de fuego de noche y todas las naciones que los rodeaban ó los veían pasar podían ver las obras de Dios en ellos de manera diaria, veían como caía pan del cielo de manera diaria, cómo las codornices se acercaban para ser comidas, cómo el agua brotaba de las piedras y los cientos y miles de milagros que acontecían de manera diaria, por eso Moisés se atrevió a cuestionar a Dios por medio de la cita de hoy, pues no había otra manera de demostrar que Dios estaba con ellos si no era por medio de la manifestación de su poder.

Por tanto y si lo traducimos al tiempo presente, no hay manera de demostrar que Dios está con nosotros ó en su defecto no hay manera de demostrar que nuestro corazón está con Él, a menos que la manifestación de su poder por medio del Espíritu Santos sea evidente en nuestra vida, no de manera esporádica sino de manera constante y cotidiana y todo lo que debemos de hacer es perseverar en ello y aferrarnos a la palabra de Dios, a demandar en nuestro tiempo de oración su cumplimiento y así hará aquel que lo prometió.

Milagro es algo bueno, pero también es algo que refleja el tiempo de Dios, y Dios no tiene un tiempo diferente que nos haga esperar como muchos creen, el tiempo de Dios es un tiempo perfecto pues es el que acelera las cosas cuando un corazón está dispuesto a ser transformado y elevado a la estatura de Dios, tarda cuando nos aferramos a seguir siendo quienes somos y nos empeñamos en seguir haciendo las cosas a nuestro modo y no al de Él.

Por tanto, deje de pedir cosas que no sabe si recibirá y empiece a perseverar en las promesas de la Biblia, empiece por leer la palabra y meditar en ella, es decir, cuestione lo que lee, pero no para comprobar si es cierto ó no, sino cuestiónelo con la intención de descubrir cada intención de parte de Dios detrás de cada letra y con el firme propósito de conocer a Dios por medio de su carácter manifestado en la Biblia, luego ore para que el efecto de su Espíritu sea evidente y manifiesto en usted, y tendrá como los israelitas señales tan evidentes como la columna de fuego y la columna de humo que los acompañaba y guiaba por todo lugar al que iban.

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