En ocasiones suelo observar la manera de muchos de llevar su fe y me sorprendo, he visto como muchas personas huyen a lo que ellas llaman “religión” por no tener que someterse a reglas ajenas y terminan sujetos a otro tipo de reglas que solamente las atan a una vida llena de carencias y de una supuesta relación con Dios que no prospera y no da frutos.

Por alguna extraña razón solemos someternos a nuestros propios regímenes de fe que inventamos ó escuchamos en algún lado por simple miedo a tener que ceder ante la opinión de otros ó tener que encontrarnos de frente con nuestro pecado, ya que en realidad no es que no queramos que otros nos impongan cosas sino que en realidad tenemos temor de que seamos expuestos en nuestra manera de vivir ó tengamos que dejar de hacer algo que en realidad disfrutamos, pero que a la vez sabemos que no está bien, todos hemos pasado por eso en alguna ocasión.

El problema de resistirnos a las personas y por medio de ello al conocimiento de Dios, es que nos hace esclavos de algo que convertimos en nuestra tradición y empezamos un proceso terrible llamado condenación en el que todo el tiempo vivimos huyendo de nuestra propia consciencia y tratando de culpar a los demás de ser religiosos y de castrar nuestra manera de vivir, créame, estuve mucho tiempo estancado en esa etapa.

Lo interesante de todo este asunto es que huimos de las personas y diseñamos nuestra propia manera de vivir y tener fe, pero lo más insólito es que dejamos fuera al personaje central de la historia y no le preguntamos qué es lo que opina al respecto, es decir, nunca pensamos en lo que Dios tiene que decir al respecto de esto.

Como se dice coloquialmente “sucede hasta en las mejores familias”, es decir no es algo que suceda fuera de la iglesia solamente, es más, creo que sucede más dentro de ella que fuera, la razón es muy sencilla, el desconocimiento de quien es Dios y cual es su plan para nosotros.

Pero curiosamente Dios pretende cosas diferentes, antes de señalarnos y decirnos que vivimos de una manera inadecuada, Dios pretende elevarnos al nivel de amigos con la intención de revelarnos las cosas futuras que habrán de suceder (Jeremías 33:3, Jeremías 29:11, por poner solo un par de ejemplos) y que pongamos nuestra fe no en lo que queremos, ó en lo que necesitamos, sino en sus promesas y en su visión futura que son mucho más bastos que aquello que ocupa nuestros pensamientos y nuestra oración.

Recuerde que el objeto de Dios es que no dejemos de ser perfeccionados día a día, hasta donde?, hasta que alcancemos la misma estatura de Yeshúa (Jesús), eso dice la Biblia (Filipenses 1:6), pero ojo!, Dios no espera que seamos perfectos, sino que le permitamos perfeccionarnos, que es muy distinto, no es nuestro mérito, sino es nuestro beneficio y privilegio.

De modo que pone su visión y su conocimiento de las cosas que habrán de pasar al elevarnos a la calidad de amigos para que podamos perseverar en sus promesas y vivir de acuerdo a lo que sabemos de Dios y no a las circunstancias que nos rodean ó nos acosan, así de simple, está padre, no?

De esa manera estaremos más preocupados en estar preparados para recibir las promesas y ser buenos mayordomos en el cumplimiento de la palabra de Dios que en pedir cosas que solamente son efímeras y pasajeras, tendremos una fe que será tangible y medible en frutos y no solamente creeremos en “un ser supremo”, sino tendremos una comunión con un Dios vivo, que sigue afirmando su compromiso de la cruz en nosotros.

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