Para muchas personas el leer la Biblia es algo ajeno y algo distante, es como si fuera casi casi en contra de su naturaleza, de modo que inventan todo tipo de excusas y argumentos para no hacerlo sin entender la verdadera esencia lo que es la palabra y el para qué está ahí.
La verdad es que las personas suelen no leer la Biblia porque tienen un auténtico miedo de encontrarse con una verdad que las condene, con una verdad que les haga ver que están viviendo una vida de manera inadecuada y una serie de reglas que les hagan vivir de una manera limitada y aburrida, pero en realidad no es otra cosa que su consciencia dominada por el Diablo quien les llena la cabeza de mentiras acerca de la verdadera vida que Cristo tiene para nosotros.
No hay tal cosa como que “la Biblia es un libro difícil de leer”, pero tampoco existe lo contrario, pues no es un asunto de sencillez ó complejidad, sino un asunto de identidad y es ahí donde debemos de hacer un alto antes de comenzar a leer para que tenga un verdadero efecto eterno y transformador en nosotros.
Debemos de tener claro que la Biblia nos habla de Dios, es decir, lejos de contar historias en las cuales nos proyectemos, la Biblia describe el carácter de Dios, describe su personalidad y nos hace entender y nos revela su anhelo no de solo bendecirnos, sino de llenarnos de poder y de propósito.
Es por eso que muchas personas no entienden mucho cuando leen la Biblia, ya que se están buscando a sí mismas ahí adentro y situaciones que les hagan sentir cómodas en escenas que les suenen familiares, de modo que puedan justificar de manera simple su manera de vivir y no sentirse cómodas.
Pero note cómo la cita de hoy nos deja entender lo que Dios pretende en nosotros y cómo la palabra de Dios juega un elemento clave en ello.
El versículo anterior nos dice que es necesario que el Espíritu de Dios nos cambie primero la manera de pensar y por consecuencia la manera de actuar, de modo que la naturaleza de Dios, nos sea otorgada y es ahí donde radica la diferencia que Dios por medio de su Espíritu nos quiere revelar, Dios espera llevarnos de regreso a su imagen y a su semejanza de modo que no es que tengamos que ser “buenos” para recibir cosas “buenas”, sino para que tengamos la naturaleza adecuada donde lo bueno es parte de nuestro ser, pero lo bueno a expresar al igual que lo bueno para recibir, pues no hay diferencia.
Note como Dios nos deja saber en esta cita que habremos de ser justos y santos y cómo lo dice primero acerca de Él mismo, nos habrá de dar una naturaleza y una identidad justa (enfocada a cumplir la palabra de Dios) y santa (apartada y con la prioridad del Reino antes que la necesidad propia).
Por tanto, el efecto del Espíritu de Dios en nosotros tiene que ver con un cambio de prioridades, pero no para azotarnos y hacernos religiosos, sino para quitarnos de sufrir, lo ha pensado?, se ha puesto a pensar cuanto tiempo pasamos sufriendo y anhelando las cosas que no tenemos y que “quisiéramos”, cuanto tiempo de nuestra mente y nuestro vivir están enfocados en nuestras carencias?
Es justamente por eso que Dios pretende cambiar nuestra manera de pensar y elevarnos al nivel de justicia y santidad que Él tiene, de modo que pongamos la vista siempre en su naturaleza y no en la escasez de la tierra, eso nos va a evitar mucho tiempo inútil de sufrir y pensar en cosas que no tenemos.
Es por eso que no podemos tener una fe y una relación con Dios “a nuestra manera”, pues nuestra manera será siempre limitada hasta que el modo de pensar de Dios entre en nosotros y nos enfoque en la realidad de Él y en la dimensión de Él y eso es algo que nunca podremos hacer ni entender con nuestro propio entendimiento, necesitamos que sea Dios mismo quien nos cambie la manera de pensar y nos permita por medio de ese nuevo nivel de pensamiento actuar como Él actúa y tener los resultados que Él tiene.
Es por ello que es imperante que oremos y pidamos que cambie nuestros pensamientos para que cambie nuestra manera de vivir y seamos no felices, sino plenos, como Él lo planeó desde un principio.