Creo que lo he escrito en muchas ocasiones en estas líneas, pero creo que es importante que nos quede claro porque es primordial para nuestra fe, pues tiene que ver con la identidad que Dios ha puesto en nosotros y tiene que ver con los resultados de la verdadera y sana relación que tengamos con Dios.
He escuchado demasiadas veces y con mucha tristeza a miles de personas decir “yo amigos tengo pocos, me sobran dedos de las manos para contarlos” y con esto quieren decir que dudan de la sinceridad y la lealtad de quienes se dicen sus amigos y muchos incluso hacen referencia con gran amargura a quienes les han traicionado cuando les creían amigos, sin tomar en cuenta el concepto que Dios tiene de la amistad, pues Dios nos enseña que nuestros amigos no son aquellos quienes nos son fieles, ni lo son aquellos que permanecen con nosotros, sino nuestros amigos son aquellos a quienes nosotros buscamos y regalamos nuestra amistad desinteresadamente aun cuando pudieran no corresponder como nosotros esperamos (Prov. 18:24), por tanto la cantidad y la calidad de los amigos que tenemos, depende de nuestra capacidad de planear y dar a aquellos a quienes pretendemos cerca de nosotros.
Sabe, justamente las mismas personas que tienen este raro sentimiento de que sus amigos habrán de traicionarles constantemente, son aquellas que tienen una relación unilateral con Dios y luego suelen decir que Dios no las escucha, que Dios no las quiere, que Dios está enojado con ellas y no sé qué tantas cosas que parecieran absurdas, pero este sentimiento en realidad viene del hecho de que miden su relación con Dios por medio de lo que reciben de Dios y no por medio de la intimidad que pudieran tener con Él, lo ha pensado?
Pues es más que fácil el alabar a Dios y adorarle cuando las cosas van “bien”, pero qué difícil es para muchos tomar tiempo, ir delante de Dios y decirle que le amamos, tomar tiempo y alabarle cuando las cosas no van tan bien, pues cuando es así, en realidad solo vamos y nos quejamos delante de Él y el tema central de nuestra conversación somos nosotros y nuestros problemas y no Él, de hecho escasamente le hacemos ningún tipo de caso.
De hecho hay personas que se consuelan constantemente diciendo “yo sé que Dios está conmigo” pensado que eso lo remedia todo y que en algún momento Dios para “algo” bueno por ellas, pero no se ponen a preguntarse si es que ellas están con Dios, pues si así fuera, su preocupación sería el pensar en agradar a Dios para que su favor fuera una constante y no algo esporádico.
Cuando pienso en esto, no puedo evitar pensar en los Israelitas, ellos sabían que Dios estaba con ellos, pues le veían físicamente todo el tiempo, de hecho se manifestaba como una columna de nubes durante el día y una columna de fuego en la noche, el problema es que ellos no estaban con Dios, al grado que un recorrido que les hubiera tomado 11 días, se prolongó en 40 años, hasta que aprendieron a tomarle a Él como prioridad en sus corazones y entender que sólo así serían quienes vivirían en constantes victorias y no solo sobrevivirían a causa de las esporádicas apariciones de Dios en sus vidas.
Es por eso que Dios nos permite pasar por períodos de desierto en los que las cosas parecieran ponerse “color de hormiga” ó bien difíciles, pues es la oportunidad que tenemos de demostrarle a Dios que somos de Él, que estamos con Él y que no solo pretendemos su favor, sino que su intimidad nos interesa, para que de esa manera y de acuerdo a nuestra intención de ser fieles, Él pueda poner su favor constante en nosotros y dejemos de ser solo receptores de bendición, sino que seamos fuente de bendición para otros de acuerdo al plan que Dios le dio a Abraham en Génesis 12:2 (por favor no pase de aquí sin ir a su Biblia y buscar ese pasaje).
El profeta Habacuc tendía esto más que claro, Él aprendió a amar a Dios por encima de recibir su favor, él entendió que la presencia de Dios era más importante que las señales que muchos esperan y que Dios tiene una recompensa más grande para los fieles que solo cosas materiales y comodidades, por tanto decidió expresarlo por escrito y declararlo desde el fondo de su corazón y note cómo decidió enfocar su gozo en la salvación que significa una eternidad al lado del Todopoderoso por encima de solo recibir bondades pasajeras de parte de Dios, note como en el fondo el profeta sabía que las cosechas son cosas que vienen por temporadas y que todo lo que tenía que hacer era mantenerse fiel y el que es fiel por sobre todo respondería pues no desampara a quienes le aman, su corazón en definitiva estaba con Dios más que con las cosas que recibía de Él.
Y sabe, lo mejor de todo es que esto no es algo limitativo ni restrictivo por parte de Dios, Él no cuestiona nuestros corazones, Él sabe que no está en nosotros el ser fieles en tal extremo, pero sabe que si decidimos creer, el efecto de Yeshúa (Jesús) si puede transformar nuestra vida, nuestra manera de pensar y nuestra manera de recibir de parte de Dios, pues alineará nuestro corazón con el de Él de modo que seamos fieles por encima de todo, aun cuando en el momento no recibamos lo que esperamos de parte del Padre.
Le invito a que reflexione acerca de esto, le invito a que le pida al Espíritu Santo a que le revele esto y le enseñe a ser fiel como Habacuc lo era, donde veamos como prioridad el estar nosotros con Dios, aun cuando no veamos su bendición física ó su favor con ó en nosotros, pues es el lugar al que correspondemos y entendemos como perfecto de parte de Dios.
Que buena reflexión escribiste amigo.
Que bendicion tus reflexiones . Siempre dejan en mi el buscar mas de Dios, y el acercarme mas a El desinteresadamente! Muchas gracias! Dios te siga bendiciendo