Una de las cosas que más me emocionan de Dios es que es un Dios de orden, es decir es aquel que propicia un ambiente para que su efecto sea permanente, así como lo es Él.
Cuando nos atrevemos a entender esto, nos damos cuenta que cada cosa tiene un lugar y que no podemos darnos el lujo de sólo creer en algo, sino entender ese algo, los requisitos que tiene y el efecto que Dios prometió y le quiero poner un pequeño ejemplo para que pueda visualizarlo como Dios me lo ha mostrado.
Muchas personas oran cuando están en problemas financieros y piden a Dios les ayude a salir de esa situación, lo cual no tiene nada de malo, pero lo que sí no tiene es el entendimiento de Dios acerca de lo que pretende hacer con las personas que se encuentran en aprietos de dinero.
Mientras muchos sólo quieren salir del paso, Dios pretende trascender en ellos, y la muestra está en el capítulo 28 del libro de Deuteronomio, que nos explica las bendiciones a la obediencia a Dios y específicamente nos dice en el versículo 12, que hemos de ser quienes prestan y no quienes pidan prestado, esto quiere decir que Dios pretende no solo sanear las finanzas de quienes así lo necesitan, sino que pretende ordenar sus hábitos al grado que se conviertan en personas que tienen la capacidad de prestar a otros en vez de ser siempre los que piden prestado a causa de su mala administración y para que esto suceda, la condición es muy clara, la obediencia a Dios.
Es decir, Dios no pretende cambiar nuestra vida como acto de magia, pues eso haría que el efecto de lo que Él pudiera hacer en nosotros sea solo pasajero, Él pretende hacerse presente en nosotros, revelarnos los secretos de su Reino y transformar nuestro entendimiento, pretende retar nuestros conocimientos matemáticos y enseñarnos que el 90% bendito de nuestro ingreso tiene mayor capacidad de adquisición que el 100% maldito a causa de no decidir obedecer la promesa de Malaquías 3:6-10, pero cuando nuestra obediencia sea más importante que nuestras deudas, que nuestras preocupaciones y que nuestra frustración, toda promesa se cumplirá cabalmente.
Aunque para muchos resulte extraño, es más un asunto de orden que de fe, al menos en el sentido que muchas personas entienden la fe, pues no existe tal cosa como la fe ciega, pues no se puede creer en simplemente “algo”, es necesario que conozcamos la palabra de Dios y creamos en ella, esa es la verdadera fe.
De modo que una vez entendido el concepto del orden de Dios, debemos de poner cada cosa en su lugar y una de esas cosas que debemos de aprender a poner en su lugar de acuerdo al orden de Dios es nuestro pecado, pues aunque somos conscientes de el, y aunque entendemos que no es sano, lo andamos cargado a todos lados y es parte de nuestra manera de vivir, porque es algo que “sentimos” y extrañamente consideramos nuestro, porque habita en algún lugar en nuestro interior, lo ha pensado?
Lo interesante es que Dios ha designado un lugar para el pecado, y nos ha dicho que cuando nos atrevemos a creer en Dios y decidimos hacer de Yeshúa (Jesús) nuestro Señor y nuestro Salvador, lo que llamábamos nuestro pecado queda en el pasado, es decir pierde toda validez y efecto en nosotros y solo nos afectará si permitimos que eso que es parte de nuestro pasado venga a nuestro presente, así de sencillo.
Esto nos enseña que hay quienes no pueden avanzar en su fe pues traen como grillete a su pasado que nos les permite caminar adecuadamente, todo por no poner orden en su vida, todo por aferrarse a no entender las cosas que Dios entiende y dejar atrás lo que ya no es parte de su naturaleza a causa de Cristo, lo había usted considerado?
Todo lo que debemos de hacer es ejercer un acto de real consciencia, un acto de honestidad para con nosotros y para con Dios de modo que podamos diferenciar entre el pecado y lo que realmente somos, de manera que nos podamos arrepentir pues entendemos las cosas que son aborrecibles a los ojos de Dios y estamos dispuestos no a dejar de hacerlas por fuerza propia, sino a que sean perdonadas por el efecto de la sangre de Yeshúa (Jesús) y que ese entendimiento que Él pone en nosotros nos permita y nos ayude a poner ese pecado, esos malos hábitos y esa confusión en el pasado, para que esas cosas nuevas y frescas que la Biblia promete puedan llegar a nosotros y puedan tener el efecto que traen como promesa, y que el orden de Dios sea la llave para que las bendiciones fluyan.