Curiosamente cuando pensamos en Dios, antes qué pensar en Él, nuestra consciencia nos hace pensar en lo malo que pudiera haber en nosotros, en las cosas que no hemos hecho y en las cosas que sabemos que deberíamos de hacer, de modo que el hecho de acercarnos a Dios se convierte en una labor tediosa y aburrida, pues tiene que ver con todo lo malo en nosotros y no en lo bueno de Él.
Al pensar en “todo” lo que tenemos que hacer para acercarnos a Dios, de pronto, sin pensarlo, nos alejamos por completo y dejamos de lado el concepto y el entendimiento de que en realidad no hay manera de que estemos lejos de Dios por 2 razones muy importantes, primeramente porque Él está en todo lugar, pero más importante aún está el hecho de que el ya murió por nosotros e hizo todo de manera que no pueda haber nada que nos separe de Él, la única diferencia radica entre el concepto que tengamos nosotros de nuestra relación con Él y la que Él tiene y nos deja por escrito y de manera clara en su Biblia.
Pero sabe, nos cuesta mucho trabajo el alinearnos con los asuntos de Dios, pues desafortunadamente lo estamos haciendo al revés, tenemos la falsa idea de que nuestra fe es hacer cosas que en realidad no queremos hacer ó creer cosas que no sabemos si habrán de suceder, siendo que nuestra fe es el perseverar en dejar de pensar como pensamos para que nuestra manera de actuar sea transformada pero como segunda cosa y no como primera.
Si no lo hacemos de esta manera, viviremos una vida en constante incongruencia, pues haremos cosas que no queremos y seguiremos siendo quienes siempre hemos sido en nuestro corazón y nuestra mente y viviremos una vida atormentada y llena de culpa a causa de nuestros pensamientos.
Recuerde esto, el que otros no puedan ver lo que pensamos, no significa que lo que pensamos no sea pecado, pues recuerde que el pecar no viene de actuar, sino viene del pensar, de lo profundo de nuestro corazón y nuestra intimidad, no es necesario matar a alguien para estar en condición de pecado, con no ser prudentes e nuestra manera de pensar es suficiente.
Es por eso que Yeshúa (Jesús) nos dejó tan clara la necesidad que tenemos de un consolador, del Espíritu Santo, para que éste haga en nosotros no los cambios (no comulgo con el término cambio) pero si los ajustes necesarios, de modo que como consecuencia de nuestros pensamientos “ajustados”, nuestra manera de actuar cambie de modo automático como consecuencia de nuestra nueva manera de pensar.
La cita de hoy nos deja claro el orden que Dios estableció para que podamos tener una mejor vida, es necesario que nuestra manera de pensar sea cambiada, para que el resto de nuestra manera de vivir lo sea también, pero no es solo un asunto de convencimiento, sino es un asunto de revelación, es decir, solo el Espíritu Santo es quien puede darnos esa visión acerca del Reino de los Cielos, de manera que dejemos de pensar acerca de Él de “x” ó “y” manera y podamos creer en el Reino de Dios y su justicia (el cumplimiento de su palabra) y dejemos de pensar solo en el dios bonachón que pareciera que está ahí solo para complacernos y no el recibir honra y Gloria como lo declaran las escrituras.