En ocasiones nos preguntamos qué es lo que Dios espera de nosotros?, nos preguntamos qué es lo que tenemos que hacer en esta tierra y cual es nuestro propósito, le ha pasado?

El detalle es que todos terminamos pensando que ese propósito es que seamos “buenos” para que Dios nos pueda bendecir y dar lo que tanto le hemos pedido en el tiempo que llamamos “de oración”, pero en realidad el plan de Dios para nuestras vidas va mucho más allá y lamentablemente muy pocos alcanzan a ver, entender y poner en práctica ese plan.

Curiosamente, a esos pocos, han sido llamados “especiales” ó “escogidos” por aquellos que han optado por ignorar este plan de parte de Dios y se conforman con que otros sean especiales por mientras ellos son perezosos, pero la verdad es que en el Reino de Dios no hay tal cosa como “especiales” ó “escogidos”, pues Dios no hace acepción de personas y además nos dejó una sola Gran Comisión la cual aplica para toda persona que se entienda como hijo de Dios.

Es aquí donde viene ese inconsciente y bloqueador “tengo mucho que hacer para mejorar mi relación con Dios” del cual la mayoría de las personas no pasa, pues primeramente no tiene idea de qué está compuesto ese “mucho por hacer” y segundo ignora por completo que Yeshúa (Jesús) ya pagó ese precio, ya hizo eso que tenemos que hacer para que nuestra relación con Dios sea no buena, sino inmejorable, sólo necesitamos ser objeto de la sangre de Yeshúa (Jesús) para estar en ese término óptimo y podernos encontrar cara a cara con Dios.

Ahora bien, no es que el acercarnos a Dios signifique dejar de hacer todas las cosas “divertidas” a las que estamos habituados, de hecho Dios nos habla en su palabra que en su presencia hay plenitud de gozo, por tanto es algo más divertido y agradable que algo aburrido y “religioso”, el detalle radica en que pocos se han atrevido a experimentarlo, primeramente el ponerse bajo el efecto de la sangre de Yeshúa (Jesús) y segundo el experimentar el gozo y lo emocionante de la presencia de Dios.

Una vez que hayamos permitido que Dios nos conquiste, todo es más sencillo y mucho más fácil pues nuestra mente y nuestro corazón estarán abiertos y dispuestos a que Dios nos muestre lo que ha de venir, que está resumido en la cita de hoy que consta básicamente en 3 principios

1.- Hacer justicia.- cuando hablamos de hacer justicia no habla de que nos hagamos como los “policías espirituales” que andan castrando la vida de otros, debemos de empezar por entender el término justicia, que significa cumplir con la ley, por tanto, significa que debemos de conocer la palabra de Dios, creer en ella y cumplirla, pero ojo!, lejos de lo que muchos creen la Biblia no es un libro de restricciones y prohibiciones, en lo absoluto, la Biblia es una libro de promesas, hay más de 2,000 de ellas listas para ser descubiertas y cumplidas, cada una de ellas tiene una condición y un entendimiento, de modo que una vez que las conozcamos el hacer justicia se reduce a recibir promesas por medio del cumplimiento de su condición, sencillo, que no?

2.- Ser fieles.- no hay nada más tedioso que serle fiel a alguien que no amamos, no lo cree?, con Dios sucede exactamente igual, con la diferencia de que nuestra consciencia nos acusa todo el tiempo, pero nos es imposible serle fieles a Dios por una sencilla razón, no le amamos, ciertamente le queremos amar, pero no lo hacemos porque simplemente no le conocemos y sabe, no podemos amar a quien no conocemos, por lo que debemos de conocer a Dios para que así conociéndole (por medio de su palabra) podamos ser conquistados por Él y le seamos inevitablemente fieles a causa del gran amor que sentimos por Él, lo había pensado?

3.- Obedecer humildemente.- Como consecuencia de lo anterior, no solemos obedecer a quien no amamos, por tanto, no seremos capaces de obedecer a Dios hasta que no ocupe un verdadero lugar en nuestros corazones y hasta que no se haya convertido en el principal habitante de nuestra mente y nuestras emociones, ahora bien, no es solo obedecer, sino hacerlo con humildad, eso no significa que debamos sobajarnos ante Él ni el permitir que la iglesia pase por encima de nuestra personalidad, humildad significa sabernos bajo autoridad, eso quiere decir que conocemos a Dios, le obedecemos por amor y nos entendemos bajo su señorío, sabiendo que Él vela por nosotros y Él tiene en sus manos nuestras vidas, obedecemos porque le amamos y porque  le reconocemos como la autoridad de nuestro corazón mucho más allá de la religión que profesemos ó de la relación que tengamos con nuestra iglesia local.

De modo que cuando nos queda claro que somos instrumentos de justicia y no solo receptores de justicia, entendemos nuestro papel dentro del Reino de Dios, es por eso que Santiago el Apóstol nos exhortaba a no solo ser oidores de la palabra, sino hacedores de ella, pues no podemos creer en nada que no estemos dispuestos a llevar a cabo ó a hacer.

Cuando esto nos quede claro, la fidelidad dejará de ser algo por lo que nos tengamos que esforzar y manará desde nuestro corazón, y será algo natural en nosotros, parte de nuestra identidad y por último tendremos en la obediencia nuestro deleite, pues es la mejor manera de sabernos bajo la cobertura del Dios Todopoderoso.

Emocionante, no lo cree?

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