Existe una gran diferencia entre lo que en muchas oraciones “oramos”, que básicamente consiste en que Dios haga algo, y lo que Dios espera que suceda en la intimidad entre nosotros y Él, lo ha pensado?, y no se trata de que oremos mal, sino que hemos olvidado el papel que jugamos en ese famoso Reino del que la Biblia tanto nos habla.

Le voy a explicar cómo es que yo lo entiendo, es como si estuviéramos hablando de 2 dimensiones, el mundo real y el mundo verdadero, en el mundo real es donde habitamos como seres humanos, donde todo tiene una acción y una reacción, donde todo se rige bajo la lógica y donde todo tiene un precio, es decir el que la hace la paga, sin embargo en el mundo verdadero, todo es de acuerdo a la naturaleza de Dios, en otras palabras, todo es perfecto y es en donde desarrollamos nuestra verdadera naturaleza a la imagen y semejanza de Dios.

Cuando “oramos” y pedimos, esperamos que el Dios del mundo verdadero entre al mundo real y haga cosas con la naturaleza de aquel mundo en este y que estas a su vez nos beneficien, el problema es que no pretendemos que estas cosas verdaderas nos cambien, queremos seguir siendo reales y es ahí en donde sucede que no funciona el asunto, pues debemos de tener una naturaleza verdadera para recibir beneficios verdaderos aun cuando vivamos en un mundo real, pues se trata de nuestra identidad y no del lugar donde habitamos.

Es justo por eso que Yeshúa (Jesús) nos dijo que nos dejaría un consolador que nos sería por abogado y que sería quien nos llenaría de poder, es decir el Espíritu Santo, en otras palabras el Espíritu Santo es quien establece el vínculo entre lo verdadero y lo real, pero no lo hará para nosotros, sino por medio de nosotros de manera que dejemos de tener efectos reales en nuestra vida cotidiana y empecemos a tener una vida de constancia verdadera que transforme nuestro alrededor.

Es por eso que leemos en la cita de hoy que hemos de recibir poder, poder para hacer, poder para dar y poder para entender las cosas como Dios las entiende y no al revés, pues el mundo real ya ha sido vencido, solo espera la venida de Yeshúa (Jesús) para que podamos entrar en la siguiente etapa que la Biblia nos describe y para que empecemos a manifestar ahora, lo que habrá de venir.

Yo lo entiendo de esta manera, es como si estuviésemos invitados a una gran fiesta y estamos en el tiempo en el que nos tenemos que bañar, limpiar, acicalar y vestirnos de fiesta mientras la fiesta comienza, sin embargo insistimos en esperar a que alguien nos venga a apurar y a recordar que estamos en la antesala de una fiesta y decidimos no hacer lo que nos corresponde, lo ha pensado?

Es por eso que este tiempo es el tiempo no de orar para recibir, sino el tiempo de ser testigos, es decir, usar el poder que Dios quiere poner en nosotros de manera continua y renovada día a día a día, de manera que seamos testigos de que todo lo que está escrito no es real, sino es verdadero, que tiene que ver con el tiempo y el espacio que Dios habita y no con nosotros y no es para nosotros, sino para que nosotros habitemos en el.

Hasta que no tengamos la consciencia de esto, no dejaremos de vivir en la penumbra y en la incertidumbre de lo que Dios “pudiera hacer”, pero cuando activemos nuestro corazón y dejemos que Dios hable a nuestro espíritu y empecemos a hacer por medio del poder que el Espíritu de Dios ponga en nosotros, empezaremos a desatar el Reino de Dios, llenaremos nuestro entorno de beneficios verdaderos y empezamos a recibir la famosa añadidura que es la que ocupa nuestra oración hoy en día.

Por tanto, qué es lo que usted prefiere?, recibir cosas y respuestas reales ó prefiere ser llenado del poder verdadero de Dios que tiene la característica de ser permanente y asegurado, de modo que siempre nos mantengamos en movimiento?

Pues si decide el segundo, entonces tiene usted la identidad correcta, la de hijo de Dios y no la de bastardo, pues está dispuesto a sumarse a la familia de Dios y no solo a venir periódicamente a ver que saca y a ver cómo se beneficia, aunque sea un ratito.

Yo le invito a que cambie su manera de orar, deje de perseverar en lo real y empiece a buscar lo verdadero, deje de pedir cosas y empiece a preparar su corazón para que Dios ponga poder en usted y sea usted quien haga y Él que lo haga por medio de usted, para que las cosas sucedan como lo dice la Biblia y sea usted revestido de justicia, de modo que nada de lo que pida, le sea negado.

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