Uno de los más grandes errores que podemos cometer en nuestra relación con Dios es jugar al orgullo, y sabe, es una de las cosas más sencillas que nos pueden suceder y le voy a explicar porqué.
Normalmente las personas suelen cargar con su consciencia a todos lados, y el sentimiento de culpa que les genera el no tener una buena relación con Dios, como si las demás personas pudieran juzgarlas ó exhibirlas, pero en realidad no es así, nadie puede medir nuestra espiritualidad ni nuestra relación con Dios, pero de alguna manera la culpa que nuestro enemigo (el Diablo) siembra en nosotros, nos hace tratar de medirnos vs las otras personas para no sentirnos “tan mal” y es entonces donde tratamos de esforzarnos por “ser mejores” y aceptos ante los demás y ellas mismas.
La verdad es algo que noto mucho, porque no es necesario que una persona venga a consejería, sólo es necesario que se hable del tema de Dios, para que las personas empiecen a sentirse mal y culpables y siempre terminan con un “no, pues si, hay mucho por hacer” y sabe en realidad no tienen ni idea de qué es lo que tienen que hacer y tampoco lo harán, solo están tratando de no “verse mal” y por favor no crea que es un argumento que menciono para exhibir a nadie, por el contrario, hablo con conocimiento de causa y entendiendo perfectamente lo que experimentan muchos y el sentimiento que hay en sus corazones.
Cada vez que decimos “hay mucho por hacer”, sin notarlo dejamos aflorar nuestro orgullo, pues pareciera que creemos que somos nosotros quienes podemos poner remedio a nuestra falta de fe y de conocimiento, ciertamente podemos dedicar más tiempo a la lectura y meditación de la palabra, pero debemos de reconocer a Dios como tal, antes que nuestras propias fuerzas y nuestra propia voluntad.
De nada nos sirve tratar de esforzarnos si no sabemos quien es Dios, no se ha puesto a pensar que no en vano nos dijo que lo mejor que nos puede pasar es que seamos débiles para que sea Él quien se manifieste en fortaleza en nosotros? (1 Corintios 12:9), el reconocer lo que no podemos hacer, es una señal de humildad, pero no de la humildad de la que las personas luego hablan para enaltecerse a ellas mismas, sino de la humildad que nos hace reconocernos a nosotros mismos bajo la autoridad de Dios y dependientes de su poder manifiesto en nosotros única y exclusivamente por medio de su Espíritu Santo.
Recuerde que aun cuando pareciera benéfico para nosotros, todo lo que Dios hace por nosotros y aun por medio de nosotros tiene que ver con su gloria y no la nuestra, es entonces cuando estamos dispuestos a que sea Él quien se lleve el crédito y su Reino sea el centro de lo que hacemos, que nuestra oración fluirá y nuestra boca será un instrumento que genere no solo bendición, sino cosas asombrosas como sólo existen en aquel lugar donde Dios habita.
En pocas palabras, la mayor parte del tiempo sólo nos hace falta darle oportunidad a Dios de que sea Dios y a nosotros el descansar en Él, confiando que su voluntad tiene 3 características esenciales que no podemos dejar de observar, es buena, es agradable y es perfecta (Romanos 12:3) de modo que quien reconoce a Dios como tal y se entiende humilde (bajo su autoridad y con necesidad de su Espíritu), jamás tendrá que conformarse con un “Dios por algo hace las cosas”.
Esta mañana le quiero invitar a que ponga en práctica esto, a que se entienda como dependiente de Dios a que deje de sugerirle cómo hacer las cosas, a que deje de esforzarse por hacer y mejor se esfuerce por creer lo que está escrito por encima de lo que necesita y quiere y pídale a Dios que le revele (le aseguro que Él le responderá) cómo es que Él se glorifica en bendecirle, de modo que empiece a fluir y su orgullo espiritual quede de lado, y sea Él quien se lleve la gloria por la vida asombrosa que usted lleva, le parece?