Todos estamos de acuerdo que orar es entrar en contacto con Dios, para muchos es un verdadero monólogo, para otros debería de ser un diálogo y otros tantos no tienen idea de qué es lo que hablarían con Dios ó peor aún no saben de lo que Dios les pudiera hablar, pero es en los momentos de adversidad donde debemos de tener más temple que nunca, para poder orar adecuadamente y asegurar la intervención de Dios en nuestro asunto.

Cuando digo adversidad, no solamente hablo de problemas, deudas, dolor y sufrimiento, la tentación también es adversidad, pues es la antesala de todos nuestros problemas, en el momento que somos tentados en cualquier asunto ajeno a Dios, sabemos que los problemas se harán presentes en poco tiempo.

En muchas ocasiones el detalle en nuestra oración es que no dejamos a Dios que sea Dios, es decir, lo tratamos como nuestro toma pedidos, nuestro confidente, como aquel que no tiene otra cosa que hacer que escucharnos y está ahí para tolerar nuestra queja y nuestro descontento y qué sé yo que tantas otras cosas, y no quiero generar en usted una sensación de culpa ó de malestar, en lo absoluto, pero si me es importante que tomemos una cosa en cuenta que es de suma importancia que entendamos el siguiente concepto, pues de ahí se derivarán las reflexiones de los siguientes días que espero que le ayuden a mejorar su tiempo de intimidad con Dios y hagan de el una verdadera oración.

El concepto del que le quiero hablar es la majestad y la identidad de Dios, es decir, Él es Todopoderoso (Yahveh Shaddai), Él es más fuerte que el pecado, Él venció a aquel que le tienta y quien pretende azotarle cuando está en problemas y es quien lo ama tanto, que envió a su Hijo, para que muriera en la cruz, para asegurarle una vida gloriosa y llena de victoria en esta vida, como antesala de la vida venidera en su presencia.

Una vez entendido esto y dejando claro este concepto, nuestra oración debe de ser en el entendido que vamos delante de quien si puede, de quien si quiere y de quien está esperándonos con los brazos abiertos para no solo escucharnos, sino llenar nuestros oídos de su favor, sus planes y nuestra identidad.

Es aquí donde debemos de dejar a Dios ser Dios, pues muchas personas llevan una fe que los detiene de ir a la presencia de Dios adecuadamente, pensando en los requisitos y la actitud que “deberían” de llevar y tener y como siempre suelen decir “hay mucho que hacer” aunque no tengan idea de lo que contiene ese “mucho” ni por donde empezar.

La cita de hoy nos habla de una cualidad emocionante de Dios, Él es nuestro defensor, eso quiere decir que no es nuestro papel el resistir y aguantarnos cuando las cosas no van como esperábamos, cuando somos tentados ó cuando las cosas se ven color de hormiga, sino nuestro papel es correr a nuestro refugio en Él, a reconocer su grandeza y contarle lo que nos agobia, pero confiando que Él está por encima de todo problema, todo dolor y toda tentación, Él nos defiende aún cuando estamos a punto de caer, si lo pudiéramos poner más claro, diríamos que Él nos defiende aun de nosotros mismos para que no caigamos y no pequemos, para que no suframos y para que podamos literalmente descansar en Él.

Es por eso que la Biblia nos aclara que Él pelea nuestras batallas y aun lleva nuestras cargas, es decir, nuestro papel es ser sus hijos, reconocernos débiles, entregar nuestro temor y nuestra debilidad a Él y dejarlo ser nuestro Padre, nuestro Dios y nuestro defensor.

Recuerde que ninguna de nuestras luchas son contra carne ni sangre, aun los problemas físicos y lo que pareciera la ruina total, pues cuando dejamos que aquel que habita en nuestro corazón (obvio Dios) actúe desde dentro de nosotros, empieza por reprender a nuestro acusador (el Diablo quien nos acusa de pecadores, de débiles y de infieles) y ahuyentarlo, para luego en toda paz, transformar nuestra identidad y regresarnos a su imagen y semejanza, fortalecidos, prosperados y con la capacidad de nunca más enfrentar el mismo problema ni la misma tentación.

Lo nota?, puede usted identificar como yo, cuantas veces no hemos dejado a Dios ser Dios y hemos intervenido donde no nos corresponde y no nos conviene?, cuantas veces nos hemos quemado, cansado y dejado aporrear por hacer un papel que no nos corresponde siendo que tenemos un defensor en Cristo?

Job mismo quien lo había perdido todo, lo reconoció, sabiendo que nada de lo que le acontecía tenía que ver con él, ni con nada terrenal, sabiendo que el que era su defensor, no solo cuidaría su corazón, su identidad y su integridad, sino que le regresaría a una posición de autoridad y de dominio propio, por tanto prefirió sentarse a esperar a que su defensor reprendiera a su acusador a tener que pelear una batalla que nunca fue suya y donde no tenía parte.

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *