Uno de los errores más comunes de las personas al momento de ejercer su fe, es el sentirse y proyectarse como ajenas a Dios, es decir, se sienten pecadoras y a causa de su pecado, se ven a sí mismas más familiares con el Diablo que con Dios, le ha sucedido?, estoy seguro que si.

De ahí se derivan toda una serie de mitos acerca de Dios que terminan convirtiéndose en un montón de impedimentos para que tengamos una adecuada relación con Dios, nos “acerquemos” a Él (lo pongo entre comillas, pues no hay tal cosa como acercase a Dios) y podamos ser partícipes de su Reino.

Para entender esto, debemos de partir de 2 principios básicos que no podemos dejar de ver NUNCA, sin importar nuestra condición, y estos principios son:

1.- El amor de Dios es una constante, no cambia, no deja de ser, no está condicionado y no es relativo a nuestro pecado ó nuestras buenas acciones, Dios nos ama tanto que previo a nuestro tiempo, tomó la decisión de rescatarnos por medio de la cruz y nos debe de quedar claro que esta decisión fue tomada incluso antes de la creación del hombre, con la consciencia de que éste habría de pecar, y de fallar.

2.- Dios nos creó a su imagen y con la capacidad de expresar su naturaleza (semejanza) , de modo, que todo lo que Dios haga en usted y en mi, tendrá un solo objetivo, el regresarnos a ese estado original, la Biblia lo describe como “la estatura del Varón perfecto (Yeshúa, Jesús)”, por tanto, cada vez que nos sintamos tratados por Dios, es porque Él está desarrollando en nosotros alguna capacidad que nos regresa a ser semejantes a Él.

Habiendo entendido esto, puedo con toda libertad abordar el tema de hoy, pues es un tema que las personas confunden con mucha frecuencia, pues tiene que ver con la disciplina y el castigo por parte de Dios.

Piénselo de esta manera, Dios tiene un amor para nosotros, un amor constante, un amor que viene de una decisión y no de un sentimiento, a Dios no lo podemos herir, ni es sentido, Dios nos ama siempre, es obvio que aborrece nuestro pecado, pero nos ama a nosotros, pues es su plan el rescatarnos de ese pecado, de manera que podemos entender que Dios tiene un amor disciplinado, es parte de su esencia pero también es su convicción y por tanto es cuando entendemos la disciplina como una constancia, que vemos con agrado el comienzo de la cita de hoy que nos dice que Dios disciplina a quienes ama.

Lejos de que la disciplina sea algo desagradable, la Biblia nos confiesa que Dios nos enseña a ser constantes como Él es constante cuando nos hacemos objetos de su amor, su intención es que regresemos a ser como Él, constantes, disciplinados y dejemos de lado nuestro doble ánimo.

En la Biblia la palabra disciplina de este versículo viene del griego paideúo, que significa entrenar a un niño, es decir, Dios nos toma pequeños, inmaduros e inexpertos y nos entrena en constancia, para que maduremos y seamos hombres y mujeres a su imagen y semejanza.

Por lo que podemos sentirnos contentos cuando seamos disciplinados por Dios, pues terminaremos adoptando una nueva costumbre que nos identifique como parte de su Reino y nos impregne de su personalidad.

Como segunda cosa la cita de hoy nos dice que Dios castiga a quien recibe como hijo, creo que antes de que nos enfoquemos en el término castigo, debemos de observar el concepto que dice “recibe como hijo”, es decir, primeramente debemos de presentarnos delante de Él, admitir nuestro pecado y reconocer que nos es imposible caminar adecuadamente por la vida sin su ayuda y pedirle que nos perdone y nos dé identidad, de esa manera naceremos de nuevo y con ello seremos recibidos como hijos de Dios.

Ahora bien, cuando nacemos de nuevo, somos limpiados de nuestro pasado, pero aún nos falta cambiar nuestra manera de pensar y actuar, es decir, hemos sido adoptados en un nuevo hogar y tenemos nuevos beneficios, pero tenemos que actuar como hijos adoptivos y no como actuábamos antes como huérfanos.

Esto al igual como hace usted con sus hijos en lo natural, requiere de ciertos castigos, de hecho la versión Reina Valera 1960 describe el término como azotar, que no es otra cosa que poner alto a los malos comportamientos, no con la idea de reprender, sino con la idea de evitar el mal que viene como consecuencia de los malos actos.

Recuerde que la esencia de Dios es ser bueno, es ser amor y pretende alejarnos de todo lo que nos lleve a ser ajenos a Él, por tanto nos disciplina en constancia y nos castiga con amor a fin de evitarnos el mal, por tanto lejos de temer a la disciplina y el castigo de Dios, debemos de verlos con agradecimiento, pues nos hacen parte de su Reino, a diferencia de antes que andábamos solo y a la deriva, a expensas de las consecuencias de nuestros actos y no bajo la cobertura de su gracia.

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