Desafortunadamente vivimos rodeados de mitos acerca de quien es Dios, de las cosas que hace y de cómo es que las hace, y nos atrevemos a vivir creyendo esos mitos sin darnos cuenta que simplemente nos limitan en nuestra manera de vivir y en los efectos que Dios pudiera tener en nosotros.

Le voy a poner un ejemplo, siempre que pensamos en Dios, pensamos en todo lo que tenemos que hacer y viene a nuestra mente esa famosa frase que dice “me tengo que acercar más a Dios”, lo cual es completamente incorrecto en 2 planos y se lo voy a explicar:

Primeramente no hay una manera de acercarse a Dios, pues Dios está en todos lados, la Biblia describe su omnipresencia, de modo que no nos podemos alejar de Él, podemos cerrar nuestro corazón a Él, pero estará usted de acuerdo conmigo que es más fácil abrir su corazón a alguien que está ahí presente que tener que cambiar su comodidad para hacer una serie de acciones que pensamos que están bien, que no nos agradan del todo y que no nos aseguran acercarnos a Dios.

Segundo, la Biblia nos describe en todas las ocasiones que ha sido Dios quien ha buscado a los hombres y no los hombres a Dios, que increíble!, nos ama tanto que es Él quien nos busca, buscó a Abraham, buscó a Noé, buscó a Moisés y el mismo Yeshúa (Jesús) fue quien buscó a sus discípulos y luego los adiestró para que hicieran lo mismo y alcanzaran al mundo.

Lo delicado al entender esto es que nos damos el lujo de rechazar a Dios cuando viene por medio de sus ciervos a buscarnos y decirnos que necesita tener una relación no más cercana, sino más estrecha con nosotros, donde nos deja claro que es que necesitamos conocerle pues está a punto de hacer cosas interesantes y poderosas en nuestras vidas.

Así le sucedió al hombre que estaba en Betesda, tenía la edad de 38 años y era paralítico y tenía la idea de que tenía que sumergirse en el agua para ser sanado, pero Yeshúa (Jesús) tenía mucho más que demostrarle.

Como le he comentado en muchas ocasiones en estas líneas, la Biblia está llena de símbolos que son muy fáciles de identificar, uno de ellos es el agua, la cual representa a la palabra de Dios, y si entendemos el pensamiento del hombre, veremos que su condición no dista mucho de lo que pasa a muchos hoy en día, pues este hombre esperaba que otra persona viniera y le llevara al agua, cómo muchos esperan que alguien más les enseñe de Dios, ore por ellos y haga lo que en realidad solo ellos pueden hacer, tener un encuentro cercano con Dios y exponer su corazón al que todo lo puede y al que todo lo dio por nosotros, así de simple, así de sencillo.

Lejos de lo que el hombre pensaba, Yeshúa (Jesús) le dejó claro que Dios no solo es basto en misericordia, sino generoso en gracia y que lejos de ponerle requisitos para poder sanarle, esperaba darle una vida plena y que si eso requería que Él viniera al hombre, eso no era mas que una muestra más de su amor.

Es un hecho que la palabra de Dios nos es esencial para nuestro diario vivir, pero también es un hecho que la palabra está ahí para refrescarnos y darnos vida y no darnos carga, es decir, la palabra está ahí para ser no la respuesta a nuestros problemas, sino para servirnos de guía y abrirnos camino, para que caminemos confiados y con paso firme.

De modo que lejos de que el hombre tuviera que acercarse a Dios, Dios vino y se acercó a Él y lejos de que el hombre tuviera el requisito de perseverar en la palabra, Yeshúa quien es el agua de vida vino a Él y le sació de modo que su caminar no solo se reactivó, sino tomó rumbo.

Por tanto es importante que lejos de tener pensamientos culposos acerca de nuestra fe, abramos nuestros corazones y nuestras mentes, pues tenemos que estar alertas cuando Dios venga a nosotros y pretenda cambiar nuestra manera de vivir y transformar quienes somos de regreso a la imagen y semejanza de aquel que nos creó.

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