Muchas personas por alguna razón no lo ven de esta manera, pero uno de los factores más emocionantes de nuestra fe es el nombre de Dios, ya que éste se revela a lo largo y ancho de toda la Biblia y nos hace entender la diferencia entre el ser y el hacer, Dios es esencia y no hace cosas y lamentablemente muchas veces ó más bien en la mayoría de las ocasiones las personas oran para que Dios haga lejos de ser, lo ha pensando?

Esto nos quiere decir que tenemos una desasociación de lo que Dios pretende al tener una relación con nosotros y el motivo para el cual lo buscamos diariamente, ya que buscamos su beneficio, pero no buscamos su esencia en nosotros, por el contrario, a veces pareciera que la repeliéramos, como si nuestra esencia de pecado fuera mejor que la esencia de Él, que es no solo buena, sino gloriosa.

Cuando Dios decidió ser en el pueblo de Israel, las cosas empezaron a ser diferentes, las plagas afectaban a todos los demás, pero a ellos no, sus ropas dejaron de gastarse y por 40 años no tuvieron necesidad ni de vestido ni de calzado, la ropa crecía junto con ellos y siempre tenía un gran aspecto, pues Dios necesitaba que se presentaran delante de Él de manera impecable y reflejando su esencia, y durante todo ese tiempo las necesidades más básicas del pueblo estuvieron cubiertas, pues su seguridad, su alimentación y su instrucción no solo estaban cubiertas por Dios, sino que eran en Dios.

Es por eso que cuando Moisés iba camino a avisarles a los israelitas las buenas nuevas, se detuvo y le preguntó a Dios de parte de quien iba, pues sabía que éste no era un Dios cualquiera y no lo fue y no lo ha sido, todo lo contrario, el detalle es que hemos dejado de conocer a Dios y hemos dejado de creer en Él, de modo que esperamos señales diariamente de su parte como para ver si estamos dispuestos a que nos convenza de creer y con ello a ver si nos animamos a hacer un poco de lo que nos toca en su Reino y eso es sumamente peligroso y le voy a decir porqué.

La gente cree que el Dios celoso de la Biblia ha cambiado y por ello se han atrevido a pensar que es ahora un Dios bonachón, que además se piensa las cosas y que (eso me imagino cuando los oigo hablar) actúa “entre bambalinas” haciendo cosas “buenas” por las personas y lo hace todo el tiempo con un motivo oculto ó bien “por algo”, sólo espera que la gente le de crédito de vez en cuando sin mayor expectativa, pero está usted de acuerdo que eso es totalmente falso?, eso no se asemeja a Dios en lo más mínimo, de hecho la gente se engaña todo el tiempo, pues piensan que Dios interviene en sus vidas cuando jamás lo han involucrado en ellas y eso las pone en gran riesgo, pues Dios no tiene  problemas de autoestima, Él no necesita que le cuelguen milagros ni le hagan referencia de cosas que simplemente pasaron, Dios cuando hace algo, lo hace notar y todo lo que hace tiene su sello y su efecto es eterno y efímero, no es nada pasajero, ni nada que pueda haber hecho cualquier otro.

El nombre de Dios es cosa seria, la Biblia lo describe como nombre sobre todo nombre, es decir no es cualquiera, ni hace las cosas por algo y no se debe de utilizar con ligereza, a veces creo que es más delicado andar diciendo que Dios hizo las cosas “por algo” que andar jurando por su nombre, pues estamos con ello pretendiendo ó hacer ver que el Dios de los Cielos y el Dios Espíritu se hizo pequeño y se puso al servicio del hombre para resolver sus pequeñas necedades.

Dios puso su nombre a la disposición de sus hijos, para que lo usemos con poder y con ello declaremos su gloria, para que hagamos obras portentosas y dejemos claro quien es el que gobierna no solo sobre nosotros, sino sobre el universo entero y es nuestra oportunidad el conocer a Dios, el conocer sus nombres el entender todo lo que Él es y cómo es que quiere y pretender ser en nosotros y por medio de nosotros para poder cumplir con todo lo que ha prometido.

Yo le invito a que tome un tiempo y reflexione al respecto, el nombre de Dios es una herramienta poderosa en sus labios, y la debemos de usar con sabiduría, es nuestro privilegio el invocar su nombre y desatar su naturaleza en nosotros, en nuestro entorno y en nuestro tiempo, hagámoslo con firmeza y no con ligereza.

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