Vivimos en una constante lucha tratando de aliviar nuestra conciencia, es decir, tratamos todo el tiempo de hacer las cosas que pensamos que están “bien” para con ello poder agradar a Dios y por medio de ello obtener aquello que queremos, lo que necesitamos y lo que nos gustaría, sin embargo vivimos en esa constante incertidumbre, pues hay algo dentro de nosotros que pareciera que nos orilla a pecar y nos hace sentirnos culpables y constantemente ajenos a Dios, de hecho hay muchas personas que reconocen la naturaleza pecadora como propia y con ello sin darse cuenta invalidan el efecto de Yeshúa (Jesús) en la cruz, olvidando que esta es la buena nueva, que ya hubo uno que vino de parte de aquel Dios al que tanto buscamos que pagó por nuestro pecado y que solo tenemos que entender las cosas como Él las entiende, de modo que podamos hacernos objeto de ese perdón, de esa salvación y de esos beneficios de hacernos hijos de ese Dios del que tanto nos han hablado.

De hecho, pareciera que lo único que nos falta es el entendernos y comportarnos como hijos, de manera que en ese momento y por medio del entendimiento de esa salvación podamos desatar los beneficios del Reino de Dios de manera que podamos alinearnos a su propósito y podamos vivir de manera plena y sobre todo dejando a un lado esa eterna y cansada lucha, y es de eso que le quiero hablar en los siguientes días si me lo permite.

Dios es un Dios de orden, por encima de que nos ame, por encima de que ha hecho y ha dado todo por nosotros, es un Dios de orden, eso es porque el orden es el fundamento para la bendición, si no hay orden, no habrá bendición por buenos que seamos (entendiendo que somos hechos buenos por medio del sacrificio de Yeshúa (Jesús) mismo), por mucho que nos esforcemos y por largas horas que pasemos pidiendo ó haciendo cosas que pensemos que agradan a Dios.

Una vez quedando aclarado esto, podemos entrar en materia, pues este es un principio que Dios le dio a su pueblo y es algo que no ha cambiado y sabe, no va a cambiar de esa manera funcionan las cosas en la presencia de Dios y de esa manera deberían de funcionar en nuestra vida cotidiana, de modo que la bendición, la abundancia y la prosperidad fueran parte de nuestro diario vivir, para poder así vivir de manera victoriosa en las constantes batallas que habremos de enfrentar de acuerdo a la promesa de Dios.

Por tanto, de acuerdo a la cita de hoy, si la lee, hay una promesa de restauración, y esta promesa tiene que ver con el alejarnos de nuestros malos caminos y nuestra manera pecaminosa de vivir, la pregunta es cómo, porque estoy seguro que tanto usted como yo tenemos esa constante lucha entre lo que queremos y lo que sentimos y lo que entendemos correcto de parte de Dios, sin embargo pareciera que es algo desasociado, pero no se preocupe, no lo es, es como le decía hace unas líneas, un asunto de orden y vemos a entrar en materia paso a paso para que podamos llevarlo a la práctica en nuestra vida cotidiana.

Si pone atención, la cita empieza con una condicionante, esa condicionante dice “pero si mi pueblo”, y es eso lo que ignoramos de entrada en nuestros asuntos de fe, solemos tener una fe individual, una fe muda, una fe donde nadie interviene en lo que pensamos, en lo que creemos y en lo que oramos, es decir, nuestra relación con Dios pareciera ser algo tan privado que nadie más sabe ó entiende qué es lo que creemos, pero Dios lo entiende de una manera diferente, cuando nosotros solemos decir que podemos tener una “relación con Dios a nuestra manera”, Dios nos dice que nos ha llamado como un pueblo de manera que lo individual no existe, existe lo íntimo y lo personal, pero no lo individual, es decir nuestra vida de fe está ligada a nuestra vida de comunidad, de hecho es por eso el Apóstol Santiago nos recomienda “confiésense los pecados unos a otros y oren los unos por los otros, para que sean sanados. La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos” (Santiago 5:16), debemos de cuidar e interceder los unos de los otros y por los otros todo el tiempo, y entender que si alguien en nuestra casa (entorno) peca, ese pecado afecta a todos los que lo rodeamos, pero también tenemos la oportunidad de orar y ser sanados y limpiados de ese pecado como comunidad.

Con esto no le quiero decir que ahora todos debemos de confesarnos nuestros pecados todo el tiempo y comentar lo que hacemos con las personas a nuestro alrededor todo el tiempo, sino de lo que le hablo es del sentido de comunidad, por ejemplo, no vamos como individuos a la iglesia y no podemos seguir sentándonos junto a alguien que no conocemos y quien no nos importa, es por eso que la iglesia fue creada, con la intención de cumplir esta palabra y que podamos estar al pendiente y cuidándonos los unos a los otros, somos una comunidad y somos hijos del mismo Dios, no podemos seguir comportándonos como hijastros e ignorar a quien está a lado, al ir a la iglesia con el mismo propósito y con la intención de ver al mismo Padre, deberíamos de ir con la gente que nos es cercana y en comunidad, ese es el sentido de la iglesia, con la gente que conocemos, para que podamos orar por ella y preocuparnos los unos por los otros, es entonces cuando podremos estar al pendiente de los demás y saber que siempre hay quien nos respalda en oración, tener a quien acudir cuando estamos en problemas ó en aflicción y poder vivir una vida mejor, porque hemos dejado de estar solos, como lo indica la cita como un pueblo y no como individuos.

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

6 Comentarios

  1. Ricardo Riestra

    Bendiciones hermano !

  2. antonio villarreal urrutia

    felicidades y que Dios los siga usando gracias por todo

  3. Ana

    Gracias, estoy feliz de tenerl estos mensajes tan maravillosos de nuevo.

  4. Ana

    Gracias, estoy feliz de tenerl estos mensajes tan maravillosos de nuevo.

  5. Iris

    Felicidades por el regreso !
    Y gracias a Dios por seguirte usando.