Orar ha sido una de esas enigmas que casi todas las personas tienen, ya que todos se cuestionan si lo hacen adecuadamente y muchos desearían salir de ese lugar con una respuesta, lamentablemente muchas de esas personas consideran como respuesta solamente un “si” un “no” ó un “tengo algo mejor para ti”, pero si no es una de esas 3 no lo consideran siquiera como una respuesta congruente de parte de Dios.
El hecho de orar, va mucho más allá de solamente pedir algo a Dios, pues si no sabemos con quien y a qué vamos, tampoco sabremos cómo obtenerlo ni la certeza de haber siquiera estado en la presencia de Dios, que tremendo no.
Y como ejemplo quiero ponerle la historia de Ana una mujer que todo lo que deseaba y todo que anhelaba era tener un hijo y más puesto que la otra mujer de su marido Elcana (no me pregunte por qué tenía 2 mujeres, debemos suponer que así se acostumbraba en esas épocas) tenía varios hijos y era muy fructífera.
Ana por muchos años sufrió, se enojó, lo lamentó e incluso decidió por un tiempo no ir al templo a hacer sacrificios a Dios, en mi personal entendimiento, hizo lo que todos nosotros hacemos en alguna ocasión, las cosas a nuestro modo y culpando a Dios porque “por algo hace las cosas” e incluso pensamos que castigándolo con el látigo de nuestro desprecio podremos hacerlo reaccionar de algún modo (obvio no lo tome tan literal es solo para sentar un precedente).
El caso es que después de un tiempo Ana decide acompañar a Elcana (su marido) a hacer sacrificios a Dios y estando ahí decide tener un tiempo a solas con Dios, porque se dio cuenta que todo lo que había hecho antes no había funcionado de manera que decidió hacer algo increíble que debió haber hecho mucho tiempo antes, fue, se presentó delante de Dios y derramó todo lo que había en su corazón de modo que éste se vaciara y dejar fuera toda duda, toda angustia y todo dolor, sin darse cuenta hizo espacio para que ahora Dios pudiera llenar ese corazón con sus efectos, y con todo lo que tiene para nosotros.
Mi Pastor suele decir, es necesario que llevemos delante de Dios nuestra necesidad, no nuestra preocupación, es decir, si llevamos nuestros propios pensamientos, nuestros afanes y nuestro modo de hacer las cosas delante de Dios, probablemente salgamos de ahí tal como llegamos, pero si vamos y hacemos como Ana y derramamos lo que hay dentro de nosotros de manera que no lo podamos recoger y de modo que no podamos regresar con nada de ello, entonces Dios se encargará de llenar ese corazón con sus respuestas y con sus efectos, no lo ha pensado?
No fue sino hasta que Ana vació su corazón delante de Dios que Dios le concedió lo que pedía y pronto quedó embarazada, y no solo tuvo un hijo, sino que este tenía un propósito, es decir, el anhelo de Ana necesitaba una semilla que lo embarazara de propósito y que le asegurara que no fuera solo un deleite que la hiciera olvidarse de Dios, sino que le dejara siempre claro que fue Él no solo quien respondió su oración, sino quien sanó y llenó su corazón.
Por tanto es necesario que pensemos acerca de nuestra oración, cuantas veces hemos entrado y salido de la misma manera a lo que llamamos la presencia de Dios?, pero que tal si planeamos lo que habremos de hablar con Él y no solo eso, sino también asegurarnos de derramar delante de Él nuestro dolor, nuestra duda, nuestra incertidumbre, nuestro enojo y nuestros miedos de modo que los dejemos ahí, para que Él llene nuestro corazón con sus palabras, sus hechos y sus promesas y pueda dar fruto en nosotros tal como lo hizo con Ana, no lo cree?