Una de las cosas que he aprendido a lo largo de mi vida es a poner mucha atención a cada palabra que sale de mi boca y me di cuenta hace muchos años que de ella salían muchas palabras de las cuales no conocía el significado ó bien no estaba seguro de el y sin embargo les daba un uso circunstancial para hacer por así decirlo más “florido” mi vocabulario ó bien el captar y mantener la atención de las personas con las que interactuaba.
Una de mis justificaciones para hacer esto era el argumento que muchos usan, que las palabras el viento se las lleva y que por mientras no hubiera una mala intención detrás de ellas, no tenía gran importancia, pero cuando fui a la presencia de Dios y consulté el asunto, grandes sorpresas me llevé.
La Biblia nos enseña que todas las cosas visibles y las invisibles fueron hechas por medio de la palabra de Dios, es decir su poder está en su boca y también la misma Biblia nos dice que nos hizo a su imagen y con la capacidad de expresar su naturaleza (semejanza) por tanto tenemos más poder en nuestra boca que en cualquier otra parte de nuestro ser y debemos de ser sabios para usar y administrar ese poder, de lo contrario sufriremos las consecuencias del mal uso de un instrumento ó arma tan poderosa.
Esto es tan importante como que Salomón mismo nos decía en los proverbios que en la lengua (la cual habita en nuestra boca) está contenida el poder de la vida o de la muerte y si lo piensa detenidamente, esto tiene mucha razón, hay heridas más profundas hechas por una boca que por una bala ó un machete.
Es precisamente por eso que Dios a su vez nos recomienda ir a su palabra en cual encontraremos la vida, el consuelo, el alivio y las fuerzas para poder salir adelante, las palabras que salen de su boca y están plasmadas en la Biblia, son el bálsamo más poderoso que existe y sanan mejor que el más afamado médico, ya que solo Él puede salvar.
Y esto se lo cuento, porque hay palabras que usamos todo el tiempo y que al usarlas pueden interferir con el plan de Dios y la identidad que pretende establecer en nosotros, porque al usarlas, estas adquieren poder sobre nosotros y solemos vivir de acuerdo a ellas.
Piense esto, a lo mejor le parece exagerado, pero comienza cuando se bautiza a los niños, se suele decir “le cortaron los cuernitos”, asegurando que había maldad en el niño y que este pertenecía al diablo, y a lo mejor lo dicen con cierta “inocencia”, pero qué necesidad hay en usar estas afirmaciones?, porque no es importante que usen ó no una afirmación como esta, sino es importante que las personas crecen y viven asegurando cosas como “mi naturaleza pecaminosa”, “la carne es débil”, “leer la Biblia es difícil”, “tú que estás más cerca de Dios”, lo nota?, cuando menos nos dimos cuenta, aseguramos que leer la Biblia es difícil, como si la Biblia fuera ajena a nosotros o tuviera una naturaleza distinta a nosotros, en vez de asegurar y entender lo contrario.
Es por eso que Dios dejó claro que hay un fruto del Espíritu, el cual Él crea en nosotros que nos regresa a esa naturaleza semejante de Dios, ese fruto es la benignidad, es decir la naturaleza buena de Dios, la capacidad de que las cosas sean buenas y santas desde un principio, la capacidad de que todas las cosas tengan la misma identidad y el mismo efecto que Dios tiene, es decir, cuando entendemos que Dios es bueno, y entendemos que nosotros somos buenos por la naturaleza que Dios pone en nosotros, quiere decir que todo lo que salga de nosotros, todo lo que comencemos y aún nuestros pensamientos tienen la misma naturaleza y la misma identidad, de modo que todo lo que hagamos tenga un buen resultado e incluso sea prospero, sin la necesidad de pedir algo a Dios para ello, pues estamos funcionando en la naturaleza del Dios bueno.
No sé si entendió esto, pero al entenderlo no puedo hacer más que quedarme asombrado, me falta el aire incluso al pensarlo, todo lo que hay en nosotros es transformado en bueno, solo porque Dios ha decidido dar frutos en nosotros por medio de su Espíritu en nosotros!, no solo tenemos el éxito asegurado por eso, sino tenemos la garantía de que otros serán beneficiados por nuestra vida y nuestras acciones, porque emanamos la naturaleza divina.
Esto no quiere decir que de la noche a la mañana dejaremos de pecar y que caminaremos entre nubes y que nos convertiremos en personas aburridas y no haremos nada de las cosas que nos divierten, mucho menos en que nos haremos “religiosos” del modo que el mundo entiende esa palabra, esto significa que la intención y la naturaleza de todo lo que hagamos tendrá el toque y la naturaleza de Dios, cada vez más de modo que dejaremos de vivir una buena vida, para entrar en la dimensión de vivir una vida gloriosa, la cual sea tal y cual Dios la describió en su palabra para nosotros.