En ocasiones no recibimos lo que pedimos porque simplemente no sabemos exactamente qué es lo que le pedimos a Dios, ya que nuestro desconocimiento de los conceptos que Dios tiene de las cosas puede ser muy distinto de lo que Dios tiene en mente y eso puede poner en riesgo nuestra fe o bien lo que creemos y entendemos de Dios.

Realmente me puede encantar el fruto del cual le voy a hablar hoy, pues nos pone en toda una dimensión de fe, poder y autoridad si lo entendemos adecuadamente.

El fruto del Espíritu Santo del cual le quiero hablar hoy es la paz, y le quiero explicar de qué se trata para que pueda usted aspirar a dar este fruto y saborearlo como tal.

Muchas personas suelen confundir la paz con la tranquilidad, incluso muchas personas creen que están relacionadas pero nada que ver, son casi por decirlo así opuestas, bueno en realidad simplemente son completamente ajenas y le voy a explicar porqué.

La tranquilidad es esa sensación que tenemos cuando no tenemos problemas, cuando las cosas están bien y nada nos pudiera incomodar, la tranquilidad nos da cierto sentimiento de ligereza y hace que las cosas sean más sencillas, pero es efímera y lamentablemente no la podemos controlar, ni extender su duración.

Mientras tanto la paz es la respuesta de Dios a su promesas, de estar con nosotros, de cuidar de nosotros y de hacernos más que vencedores, pero para ello debemos de cumplir con un requisito, pasar tribulación, problemas y situaciones difíciles, sin ello, no se puede cumplir la promesa de Dios, de hecho Yeshúa (Jesús) mismo lo dijo, “aquel que me siga sufrirá persecución”.

Por tanto la paz es la seguridad que nos da la mano de Dios para no sufrir en medio de las dificultades, es la garantía de que la promesa de Dios es cierta de que no tenemos que aprender nada de nuestros problemas (así como el mundo piensa), sino que Dios nos ha equipado previamente para poder pasar y resolver cada problema y cada situación no solo sin que nos afecte, sino con gran gracia y siempre con la capacidad de dar gloria y reconocimiento a Dios por medio de ello.

Así que quien pide paz, pide problemas, pero más importante que eso pide victorias y pide a Dios que se haga visible en su vida, es por eso que la paz es un fruto que el Espíritu da, ya que es el que nos recuerda su palabra (la de Dios) y la fidelidad que Él tiene a lo que dijo, de manera que nos enfoquemos en conservar ese orden que nos pide y a tener dominio donde normalmente no lo tenemos a ser sabios en medio de las situaciones que parecieran descontrolarnos y a confiar en lo que no vemos, a pesar de que lo que vemos nos indique que las cosas están mal.

Paz no es otra cosa que conocer el carácter de Dios y saber qué es lo que va a hacer de modo que siempre tengamos la certeza de lo que pasará y no la incertidumbre de lo mal que nos puede ir.

Si lo ve, la paz no es algo que podamos provocar por medio de nosotros mismos, para tenerla nos es necesario nacer de nuevo, para que nos sea devuelto nuestro espíritu y podamos de esa manera permitir que el Espíritu de Dios gobierne en nosotros y nos ayude a dar frutos de los cuales el mundo posteriormente se alimentará y con ello glorificará a Dios.

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