Es interesante pensar que muchas de las cosas que hacemos en nuestra vida cotidiana, las hacemos justamente al revés de como Dios espera que las hagamos y lo más sorprendente es que muchas personas pasan su vida entera ignorándolo.
Uno de los ejemplos que más suelo usar para ejemplificar esto es la amistad, pues he escuchado en miles de ocasiones a muchas personas decir “conocidos tengo muchos, amigos… los cuento con los dedos de las manos” y esto hace en la gran mayoría de las ocasiones referencia a las veces que las personas han sido decepcionadas por aquellos que dicen llamar amigos y a la capacidad reducida que tienen de confiar en las personas,, evidentemente hay una ó varias heridas en su corazón a causa de esto, pero sabe, esa no es ninguna excusa para tener pocos amigos según lo que Dios nos enseña.
La Biblia nos enseña que Dios nunca permitirá que pasemos por ninguna situación más difícil de la que podamos tolerar y que no levaremos carga más pesada de lo que podamos llevar (1 Corintios 10:13) y que incluso de manera previa nos equipó para que podamos pasar y cargar con estas situaciones, de modo que si hay quien nos traicione, decepcione o nos trate de una manera como no o esperábamos, es algo que debería estar en nuestras manos y que deberíamos poder sobrepasar con ligereza y no permitir que nos afecte al grado que hagamos un gran lío de ello.
Entendiendo esto, el proverbio que escribió Salomón acerca de la amistad hace todo el sentido del mundo, pues dice que aquel hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigos, es decir tiene tantos amigos como a los que puede darles algo de su corazón sin importar la reacción de estos amigos ó las veces que nos pudieran fallar.
Que interesante es el pensar que no tenemos tantos amigos como los que se hayan portado bien con nosotros, sino tantos amigos como tengamos capacidad de amar y darles algo, es decir, tenemos tantos amigos como podemos decidir tener, eso nos pone en la misma dimensión que Yeshúa (Jesús) quien decidió a nuestro favor y que se entregó por nosotros, sabiendo que habríamos de fallarle una y otra vez, pero sabiendo que nos encontraremos con Él al final de los tiempos en la eternidad adorando al Padre.
Esto es de lo que se tratan esos frutos de los que la Biblia tanto habla, no son otra cosa que el sabor de boca que le dejamos a las personas después de que interactuamos con ellas, es aquello que hace que nos recuerden con cariño y muchas veces con agradecimiento, pues les hemos dado algo que el mundo no suele dar y les da la capacidad de replicar lo que les hemos dado para darlo a otros, es decir, la amistad produce a su vez discípulos, más que amigos recíprocos, es justo lo que el mandamiento de Dios que dio a Adán y Eva cuando salieron del Edén pedía, el primero decir “den frutos” y el segundo “multiplíquense”, en otras palabras, vayan y entreguen a otros lo mejor de mi (Dios) y luego enséñenles a dar como ustedes dan.
Ahora sí, no tendremos tantos amigos como los dedos de la mano, pues los amigos son como un tesoro, y quien tiene pocos amigos es mas pobre que el que no tiene dinero, Dios nos envió a la tierra a ser abundantes y nos enseñó que la riqueza no viene del recibir y del ahorrar, sino del dar y el producir, por tanto tendremos tantos amigos como decidamos producir y seremos tan ricos como decidamos querer, y créame, esto no es limitativo a la amistad, sino extensivo a todos los aspectos de su vida, solo lleve cada uno de ellos a la presencia de Dios y permítase ver como ser un generador, un dador y un multiplicador de todo lo que Dios ha puesto en su mano y que esto de honra y gloria al Rey de los Cielos.