Existen dos maneras ó bien dos roles en los que Dios nos ve y los cuales desempeñemos a lo largo de nuestra vida de fe, el primero es el de hijos, es decir, de seres dependientes del Padre al que conocemos, amamos y por consecuencia obedecemos, todo esto en el desarrollo de nuestro carácter como herederos, pero hay un segundo papel que es exactamente igual de importante, es el de esposa, el cual no desarrollamos en lo individual, sino como grupo, la iglesia, es decir el conjunto de personas que conocen a Dios, que creen en Él, que le creen a Él y que están dispuestas a funcionar en favor de su Reino (el de Dios), es decir, cuando pasamos de lo individual a vivir de acuerdo a un propósito que lleva la visión de Dios.

Estoy seguro que pocos de nosotros hemos contemplado estos roles en nuestra vida de fe, pero están descritos en la Biblia una y otra vez, pues así como Dios es multiforme y multifacético, lo podemos ser nosotros, acaso no nos hizo a su imagen y con la capacidad de expresar su naturaleza (semejanza)? (Gen 1:26).

Es un hecho que tenemos que ser buenos hijos, para luego comportarnos como buenos herederos y después coherederos, pero en todo este transcurso nos convertimos en esposas, cuando decidimos actuar en conjunto a favor del Reino en el que vivimos y administramos, solo que luego nos suceden ciertos “tropiezos” que pueden menguar nuestro efecto y el de Dios en nuestro paso por este mundo.

Note como el proverbio describe 2 situaciones muy específicas y muy descriptivas de nuestra sociedad actual, primeramente la necedad del hijo y luego la necesidad de pelear de la mujer, esto significa lo siguiente:

Muchas veces somos necios, porque no queremos aceptar la Palabra de Dios tal como es, es decir, siempre queremos adaptar a Dios a nuestras situaciones y no nuestras situaciones a Dios, pretendemos que nuestra realidad rija nuestras vidas y no la verdad que Dios nos dio, la cual de paso la Biblia nos garantiza nos dará la absoluta libertad, pretendemos ser libres por medio de expresar y hacer nuestra voluntad que sin darnos cuenta en la gran mayoría de los casos nos ata a las consecuencias terrenales de las mismas en vez de hacernos libres en todas las áreas de nuestra vida como la Biblia nos promete.

Una vez que hemos decidido ir más allá de solo orar por nosotros mismos y nuestras necesidades y ponemos nuestro tiempo y nuestros esfuerzos a servicio de los demás, nos convertimos en iglesia y por tanto tomamos la categoría de esposas (ayuda idónea, complemento ideal), el problema es que en muchas ocasiones nos cuesta dejar a un lado nuestro protagonismo y dejamos de lado la idea de que fuimos escogidos por Dios para cumplir esta función y pretendemos aplicar aquel dicho que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, siendo que si Dios nunca ha sido protagonista (si así fuera ya lo hubiera hecho todo Él y no estaría esperando a que nosotros gobernemos la tierra para Él), nosotros no tenemos porqué serlo tampoco, es decir, no tendríamos porqué estar peleando por tener la razón ó llevarnos el crédito de las cosas que hacemos en Él y para Él, no lo cree?

Me gusta que esta cita aparezca precisamente en el libro de los proverbios, pues este libro lo escribió Salomón, aquel hombre que por medio de su sabiduría levantó el Reino más grande y más poderoso reconocido por los hombres hasta el día de hoy y simplemente nos deja saber quienes no participaban de ese reino que recolectaba mas de 16,000 kilos de oro diarios por el concepto de entradas a quienes querían conocer dicho reino, y estos eran los necios y las pleitistas, quienes aún estando dentro del reino y formando parte de el, no recibían sus beneficios a causa de su actitud.

Esto nos quiere decir, que si por alguna razón no estamos obteniendo del todo aquello que la Biblia nos promete de nuestra relación con Dios, quiere decir que probablemente tengamos un concepto equivocado de Dios y de los roles que nos tocan jugar en esta relación, no es que Dios nos trate como necios y que nos perciba como goteras, sino que ese es el sabor de boca que nos deja nuestra fe, por aferrarnos a hacer las cosas a nuestra manera y no al modo de Dios, lo ha pensado?

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