Existe el mito de que para poder acercarnos a Dios tenemos que “cambiar”, qué palabra tan aterrorizante!, ya que todos tenemos la idea de que tenemos que “cambiar” algo, pero pocas personas saben qué es lo que tienen que cambiar, y si lo piensan detenidamente, en realidad no tienen idea de qué o porqué lo tienen que cambiar.

La verdad es que Dios no es así, Dios no quiere ni cambiarnos, ni que cambiemos nada en nuestra vida, pues cambiar implica que desechemos algo que no sirve y lo remplacemos por algo nuevo, y si así fuera, entonces, que sentido tendría el que Yeshúa (Jesús) derramara su sangre en la cruz?, Él dio su vida para que la nuestra fuera transformada y tomara un nuevo sentido, pero de ahí no hay nada que cambiar.

Piénselo de esta manera, Dios nunca le pidió a Abraham que cambiara nada para poder concederle el hijo que tanto anhelaba, o bien, Dios nunca le dijo a Jacob que cambiara nada para poder darle la bendición que tanto deseaba, y tampoco condicionó al pueblo de Israel el cambiar algo para poder sacarlo de Egipto.

Es decir, nada es desechado, ni nada es remplazado por algo nuevo, por el contrario, Dios toma lo que hay en nosotros para transformarlo en algo grande y asombroso, véalo al modo de Dios, Abraham deseaba un hijo y Dios transformó su anhelo en un pueblo que prevalece al día de hoy, Dios tomó el carácter engañador de Jacob y lo transformó en el de un patriarca cuyo nombre es recordado hasta el día de hoy y tomó la actitud de esclavos quejosos de los Israelitas y la transformó en la actitud de un pueblo conquistador que sigue luchando por el territorio que Dios le dio.

Si usted está esperando ser bendecido, tiene que tomar en cuenta cómo es que Dios hace las cosas, tomará lo que hay en usted, alrededor de usted y lo que usted tiene y lo transformará en algo asombroso y atractivo de manera que siempre tendremos que reconocer que no lo habríamos podido hacer nosotros y que dependimos de Él para que sucediera, le hace sentido?

Es por eso que me emociona la cita de Dios, ahí lo tenemos haciendo de nuevo las cosas de manera congruente y consistente, para que no nos equivoquemos y esperemos siempre en Él, lejos de estar pensando que podríamos hacerlo nosotros por nuestros mismos recursos.

Si usted está orando por un cambio en su vida, probablemente no lo reciba, porque no es el estilo de Dios, pero piense en su propia vida y en todo lo que hay en ella y piense cómo es que Dios podría transformar eso en algo asombroso y lucidor, tal como Él acostumbra y permítale que sea Él quien haga su obra en usted y que tome cada una de sus actitudes y todo lo que hay a su alrededor para transformarlo en algo que de gloria a Dios.

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