Es interesante saber que el ser bendecidos es tan sencillo como saber operar algo que siempre ha estado ahí pero que nunca nos hemos atrevido, así como la lavadora que tenemos en casa, que todos sospechamos que es sencillos, pero hasta que nos atrevemos a usarla, nos damos cuenta que no es solo llegar y picar cualquier botón y simplemente echar toda la ropa sucia junta, hay que separarla por colores por tipo de telas e incluso hay que tener procesos de prelavado para ciertas prendas (wow, eso sonó como si supiera de lo que estoy hablando!).

En el Reino de los Cielos las cosas son distintas, vivimos en el Reino de un Dios de orden, quien tiene como requisito precisamente ese orden, que si no se cumple, no tendrá los elementos necesarios para manifestarse y causar el efecto del Dios que lo gobierna, es un Reino que no tiene condiciones rituales, pero es un Reino que demanda exclusividad, es el Reino de un Dios celoso el cual no está dispuesto a compartir lo suyo con lo inmundo, con lo común ó con lo vulgar, es un Dios excelente que no responde cosas a medias ni da respuestas parciales, es un Dios que demanda de nuestro corazón y nada menos.

Es precisamente por eso que Dios habló de esta manera a Abraham y le dio estos 4 pasos de cómo habría de bendecirle, para entender que no sería una bendición “casual” y mucho menos pasajera, sino que cada cosa que haría, la haría definitiva y con el sello del Todopoderoso y no de aquel que “por algo” hace las cosas.

Me encanta el hecho de la bendición de Abraham comenzara por “haré de ti una gran nación”, pues eso de inmediato lo puso en la condición de coheredero, es decir, en la posición de no solo recibir algo “bueno” sino de administrarlo, multiplicarlo y compartirlo con otros sobre los cuales tenía influencia, Dios Padre hizo con Abraham exactamente lo mismo que Yeshúa (Jesús) cuando vino y se entregó por nosotros, le compartió de su Reino y le hizo corresponsable del mismo, en otras palabras le hizo socio del negocio, por así decirlo.

Ahora bien, una vez que estamos en la condición de tener una nación y se corresponsables con Dios de no solo recibir la bendición, sino de administrarla, compartirla y multiplicarla, la pregunta es “y ahora, cómo le hago?” y es justo lo siguiente de lo que Dios le habló a Abraham.

Esto que le cuento es algo que está ejemplificado en la Biblia en muchas, muchísimas ocasiones, con Moisés, Jeremías, Oseas y muchos, muchos otros personajes de la Biblia, pero uno que me emociona y al cual tomaré como ejemplo para este segundo paso dentro del proceso de bendición de Abraham es Salomón.

A Salomón al igual que Abraham, le fue entregada una nación (tal como Dios quiere hacer con usted y conmigo), y el hecho es que tenía la responsabilidad de administrar al pueblo que Dios había entregado previamente en manos de su Padre David, quien tenía un corazón conforme al de Dios, es decir, Salomón tenía unos zapatos muy grandes que llenar y aunque era un hombre que había crecido en la presencia de Dios, su comunión no era como la de su Padre, no porque fuera menor, era distinta simplemente y eso es algo que tenemos que tener en cuenta siempre, nunca habremos de ser capaces de replicar la relación que otros tienen con Dios, siempre habremos de desarrollar la propia, por tanto Salomón fue a la presencia de Dios y oró.

Pero por favor, no se vaya con la idea de siempre, el orar y el pedir son cosas completamente distintas y ajenas, el orar tiene que ver con estar en la presencia de Dios y con el saber que nos encontramos con el Todopoderoso y que Él no está ahí para darnos cosas buenas, sino nosotros para darle honra y para salir transformados a su imagen y semejanza, por tanto el orar tiene mas que ver con el escuchar a Dios que con el pedir y Dios habló al corazón de Salomón de manera que Salomón entendió lo que le hacía falta para gobernar a la nación que le fue entregada y ahora si, pidió sabiduría para gobernarla.

Es por eso que Dios menciona como el segundo paso a Abraham “te bendeciré”, es decir “te hablaré de mis planes para ti, te diré lo que he puesto en ti, para que cumplas tu propósito” la bendición de Dios tiene todo que ver con Él y nada con nosotros mismos, porque la bendición nos regresa a la condición original de como fuimos creados, es decir a la imagen y a la semejanza de Dios y esa ya era y siempre ha sido, no es algo nuevo que Dios hará, es algo que seremos recordados y capacidades que serán desatadas en nosotros, la bendición de la que Dios le habló a Abraham era el darle identidad por medio de su voz.

Si lo nota, es sencillo, pero no conocíamos los pasos a seguir, muchas veces por desconocimiento de la Palabra de Dios y por observar la congruencia del Dios perfecto que no hace excepciones, sino por el contrario, que siempre nos regresa a lo eterno, a lo constante y al siempre perfecto amor que tiene para nosotros desde antes de que hubiésemos pecado.

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