El peor error que cualquier persona puede cometer en su vida de fe es pensar que las cosas de Dios se tratan de ellas y no de Dios, el problema es que ese error lo cometemos todos los días, las personas pasan su tiempo orando y pidiendo cosas que tienen que ver con sus necesidades y sus deseos, con las cosas que quieren y con las cosa que no ven, pero poco y nada de su tiempo es invertido en el Reino de Dios, ni siquiera invierten tiempo meditando acerca de él.

Y esto es así de sencillo, esto es como el famoso libro llamado “Padre pobre, Padre rico”, es nuestra decisión el formar parte de una familia donde hay escasez ‘o en una donde ha abundancia, pero no podemos pretender vivir en una y recibir los beneficios de la otra, y ser parte de una familia, conlleva a una gran responsabilidad.

Si necesita otro ejemplo, es tan sencillo como ser un hijo adoptado, puede usted ser ese hijo y pasar toda su vida pensando en que lo abandonaron, en que la vida es injusta y que no ha tenido todas las oportunidades que otros han tenido y no importa cuanto lo quiera ó cuanto lo ame su familia adoptiva, jamás será igual, o bien puede usted pensar y darse cuenta de lo afortunado que es y que alguien quien no tenía ninguna necesidad le invitó a su casa y le escogió a usted y a ningún otro y le está dando la oportunidad de ser parte de una familia y que no le pone a usted ningún requisito, solo tiene que comportarse como si siempre lo hubiera sido, así de sencillo.

Es por eso que muchas personas batallan en su fe, quieren los beneficios del Reino de los Cielos, pero no se sienten como parte de ese Reino y por tal les cuesta el tomar la identidad de coherederos y corresponsables de expandir ese Reino y son constantes mendigos que viven en un Reino de abundancia (en todos los sentidos) que solo ven pasar de frente.

Muchas personas se pierden de esta identidad por adoptar una falsa humildad pretendiendo que sus acciones y lo que otros ven de ellos les den “puntos” a favor con Dios y el resto en realidad sólo se lo pierden por ignorancia, la gran mayoría de las personas no saben a lo que la Sangre de Yeshúa (Jesús) nos hizo acreedores y prefieren vivir como diríamos en México “nadando de muertito”, es decir se conforman con tener una vida tranquila y sin problemas, aunque los tan anhelados y prometidos beneficios no lleguen.

Pero en realidad, todas estas actitudes no son mas que un tremendo acto de infidelidad, y no es que tengamos un pacto con otros dioses, sino que en la mayoría de las ocasiones nuestro dios y a quien preferimos creer es a nuestra comodidad, nuestra opinión y la justificación de la manera en la que hemos decidido vivir, y no como Dios nos ha pedido para que pueda cumplir todo aquello que nos dejó por escrito.

Es por eso que muchas veces las personas creen que Dios interviene en sus vidas porque las cosas “se van dando”, no porque Dios haya decidido bendecirnos de la nada y quiera hacer algo a nuestro favor, sino que hemos tomado la actitud adecuada y nos hemos empezado a comportar de acuerdo al Reino al que hemos sido llamados y si cumplimos con la condición la promesa se cumplirá, pues Dios es fiel a su palabra, aunque nosotros la desconozcamos o aunque no tengamos una relación íntima con Dios.

Esto aplica a los que creen y a los que no creen, a los que conocen y a los que no conocen a los que son fieles y a los que son infieles, Dios siempre respaldará su palabra pues es congruente, consistente y nunca cambia de opinión, y lo mejor de todo, ha puesto en nosotros la capacidad de imitarle y de adoptar su naturaleza de cambiar nuestro corazón infiel por uno fiel a causa del conocimiento de su palabra y el entendimiento de su sacrificio.

Es cuando empezamos a entender la fidelidad de Dios y no antes que podemos empezar a ser agradecidos y no antes, pues no podemos agradecer cosas que no sabemos si vienen de su mano, pero aquel que entiende que siempre podemos recurrir a la palabra de Dios para encontrarnos con su fidelidad, ese vivirá en constante agradecimiento.

Se da cuenta de lo tremendo que es esto? primero el hecho de que no somos capaces de ser fieles a causa de nuestra ignorancia, pero la tremenda dimensión de beneficios que tenemos en la fidelidad de Dios la cual no está condicionada, pues Él decidió salvar al hombre aún antes de crearlo y antes de que fallara.

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