Hace días que medito acerca de esas personas que se la pasan pidiendo que Dios haga cosas en sus vidas, y es cierto, Dios quiere cosas buenas para nosotros, pero pocos saben que fue Dios mismo quien nos entregó la estafeta para que fuéramos nosotros quienes hiciéramos las obras que Él nos enseñó a hacer por medio de la enseñanza de Yeshúa (Jesús) durante su estancia entre nosotros.

De hecho fue Yeshúa (Jesús) mismo quien nos dijo “de cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12), asombroso no?, hacer obras aún mayores que las que Él hizo, wow!, eso quiere decir que multiplicar cosas, sanar enfermos y levantar muertos será poca cosa comparado con aquello que hemos sido enviados a hacer!

Todo lo que nos separaba de nuestra verdadera identidad era el pecado que habitaba en nosotros, pero que al nacer de nuevo y al hacer de Yeshúa (Jesús) nuestro Señor y nuestro Salvador, recuperamos esa identidad y con ello la capacidad y la responsabilidad de expresar el poder y el amor de Dios, dejamos de ser solo objeto ellos, sino copartícipes con la capacidad de expresar la naturaleza de Dios, así como Él lo diseñó desde un inicio.

Y en realidad toma solo eso, no las ganas de hacer las cosas, sino la identidad de coheredero del Reino de Dios, de copartícipe siendo responsables de extender el Reino y establecerlo en todo lugar a donde vamos, pero sobre todo capaces de hacerlo pues Yeshúa (Jesús) no solo murió por ello, sino nos lo dejó muy claro.

De hecho es por eso que he estado meditando en la cita de hoy, pues eso entiendo que fue lo que Yeshúa (Jesús) quiso decir cuando dijo “consumado es”, es decir, terminé mi obra aquí y les entrego la estafeta, sean ahora ustedes (la iglesia) y hagan aquellas obras poderosas que les envié a hacer.

Es por eso que muchas de las peticiones se quedan en eso peticiones, porque las personas que las piden no entienden quien ni como es que las harán, pero es por eso que hemos sido llamados a ser violentos y a arrebatar las cosas del Reino de Dios que están al alcance de nuestra oración (escuchar a Dios).

Es por eso que le invito en esta mañana a meditar en ese momento que Yeshúa (Jesús) dejó de hacer, pues qué más habría de hacer que dar su vida por nosotros, para que ahora fuésemos nosotros recuperaremos nuestra identidad a su imagen y con la capacidad de expresar su naturaleza (semejanza) y obráramos según sus mandamientos y sus lineamientos, que no son limitativos, sino por el contrario, nos exhortan a ir más allá de lo humano, perseverando en nuestra identidad espiritual.

Ahora bien, tiene que quedarle claro, la estafeta está en nuestras manos, consumado es que el Espíritu Santo habita en aquel que nace de nuevo y ha decidido vivir una vida asombrosa y sobrenatural, los demás simplemente seguirán pidiendo sin recibir, pues no han entendido de qué se trata el asunto.

Estamos en el tiempo de la Iglesia (Ekklesia) en el que los que hemos sido llamados funcionamos en la misma dirección y el mismo propósito, el cual no tiene que ver con ser bendecidos y recibir cosas de Dios, sino de expresar el Espíritu de Dios y alcanzar a cuantos podamos para que Cristo venga pronto.

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