Ha escuchado alguna vez la frase “evangelio de prosperidad”?, muchas personas están en contra de el, pues tienen la idea de que hace que las personas se “acerquen” a Dios sólo con la intención de recibir beneficios económicos de parte de Él, lo que no entiendo es cual es su preocupación, como si pudiéramos engañar a Dios y por error nos fuera a bendecir porque venimos con cara de piedad a pedirle algo, no lo cree?
Por otro lado hay otra cultura que me preocupa mucho más que el evangelio de la prosperidad, y es la cultura del “si Dios quiere”, en la cual participan todas las personas que no tienen el control sobre sus propias vidas y pretenden hacer a Dios responsable de todas aquellas cosas que no sucedan en sus vidas y etiquetarlo como “voluntad de Dios”, siendo que Dios nunca interviene en sus procesos ni de pensamiento y decisión que llevan a cabo diariamente.
Hay personas que se despiden con la intención de verse el día siguiente y coronan su conversación con un “si Dios quiere”, ante la tremenda posibilidad de que pudieran morir durante la noche o Dios fuese a poner un meteorito gigante frente a la puerta de su casa que les impidiera el verse al día siguiente, pero en realidad contemplamos la idea de morirnos o la de no vernos con las personas al día siguiente o hemos hecho de Dios la muletilla “amable” que llena nuestras conversaciones?
Es que si lo pensamos detenidamente, el “si Dios quiere” no es relevante, pues Dios ya quiso, ya murió en la cruz por usted y por mi y ya planeó no solo que viviéramos, sino que lo hiciéramos en abundancia, es decir prósperamente, con intensidad y lleno de buenas aventuras (bienaventuranza), además entendemos como el primer símbolo de nuestra buena relación con Dios (nuestra amistad con Él) que nos revela el futuro, por tal si tenemos una buena relación con Él y estamos verdaderamente sujetos a su voluntad, siempre tendremos la certeza de decir si nos veremos con alguien al día siguiente, pues Dios no nos ha anunciado nuestra muerte como los hizo con sus hijos amados (incluyendo Yeshúa/Jesús) a lo largo y ancho de la Biblia.
Si lo piensa bien, Yeshúa (Jesús) nunca dijo “si Dios quiere” pues conocía la voluntad de su Padre y luego nos invitó a imitarle y a vivir como Él, por tanto si el no necesitó la frase para justificar su espiritualidad (significando la palabra espiritualidad la sujeción y obediencia a Espíritu de Dios que nos habla constantemente) y hacerse ver de la mano con el Dios de los Cielos.
Y obviamente no estoy escribiendo un devocional para pretender que deje usted de usar la frase “si Dios quiere”, sino para que entienda el mismo principio que entendió David el Rey muchos pero muchos años antes de la llegada de Yeshúa (Jesús), que fue la identidad como Hijo de Dios quien vive en esa famosa santidad que no tiene que ver con el no hacer cosas malas, sino en el dar el principal lugar en nuestro corazón a Dios.
David fue un hombre que pecó y mucho, quiero entender que dentro de los héroes de la fe el que más y más evidentemente lo hizo, pero más allá de vivir culpable y condenado por su pecado, entendió la gracia y la misericordia de Dios y entendió que nuestro pecado y el plan de Dios para nuestras vidas no tienen nada que ver el uno con el otro y que incluso no se afectan mutuamente y le voy a explicar esto.
Gracias a la sangre de Yeshúa (Jesús) tenemos la garantía del perdón, esto quiere decir que estaba planeado el que fuéramos perdonados por los pecados que incluso aún no cometemos, esto no nos da libertad de pecar deliberadamente, pero si de ir a la presencia de Dios constantemente a ir a ser limpiados y perdonados con la garantía de que Dios ya sabía y conocía nuestra naturaleza y desde antes planeó el transformarnos de regreso a su imagen y semejanza.
Segundo, esto nos ayuda a entender que Dios siempre ha querido bendecirnos y que esa bendición no está sujeta a nuestro “buen comportamiento”, ya que Dios no intercambia nada, todo lo que necesita es que creamos, es decir que tengamos fe en lo que Dios ya dijo acerca de nosotros, de modo que tenemos la garantía de su voz y por medio de ella, la garantía de que todo lo que hagamos, no importa si es arrancar un negocio o una relación o tener hijos o simplemente ir a una entrevista de trabajo tenga como resultado el éxito digno de un representante del Reino de los Cielos.
Se da cuenta?, no es un asunto de “buena voluntad”, ni de positivismo, es un asunto de identidad, es un asunto de saber quienes, somos y para qué fuimos creados, no se vale ir por la vida pensando “si Dios quiere”, siendo que lo primero que tenemos que tener claro es quienes somos y cual es nuestro propósito específico en la vida y esto por medio de empezar a creer que tenemos un Dios que SI nos habla y que tiene planes para nosotros, y es entonces que empezaremos a vivir una vida bienaventurada y llena de los beneficios del Reino de los Cielos y el éxito del cual no solo soñamos todo el tiempo, sino el cual Dios nos prometió desde hace miles de años que a veces pareciera que nos empeñamos en no creer.
Me fascina como cierra esta frase acerca de la bienaventuranza, porque corona con la especificación de nuestra identidad, no estamos sujetos a la voluntad de Dios sino a entender que somos parte de ella y que Dios no tiene una voluntad mediocre ni fracasada como muchos “creyentes” creen, aquel que fracasa y me apena un poco decirlo, no es porque “Dios por algo hace las cosas”, sino porque no tienen idea de quien es Dios y nunca lo tomaron en cuenta en su proceso de pensamiento y decisión, de modo que el resultado es meramente de ellos y no de Dios.
Le quiero invitar a que pase tiempo perseverando en el pasar tiempo con Dios, en el creer que Dios le habla y verá como TODOS sus pensamientos acerca de usted son de bien, de éxito y prosperidad, no necesitamos un evangelio nuevo y manipulado que nos haga creer algo que ya está ahí y que esta esperando que lo desatemos en nuestra vida y en todo lo que hacemos.