Hay dos maneras de hacer todas las cosas, una es hacer las cosas bien y la otra obviamente es hacer las cosas mal, y esto aplica para cualquier cosa que hagamos y de la misma manera el resultado de lo que hagamos será de la misma naturaleza de las acciones que tomemos, es decir, cuando hacemos las cosas bien tendremos buenos resultados y cuando hagamos las cosas mal, tendremos malos resultados y esto no tiene excepción.
Sé que muchas personas dirán, y qué pasa cuando haces las cosas bien y no tienes buenos resultados?, debemos de entender que el hacer las cosas que se hacen con buena intención no siempre se hacen bien, porque el bien tiene como ingrediente la excelencia y el cuidado de los detalles, el bien tiene como uno de sus fundamentos en planear no el improvisar, por tanto aquello que no salió bien a pesar de tener una buena intención, no se hizo del todo bien.
Y aunque mi punto parece muy radical (bueno en realidad lo es), tiene la intención de dejar claro que estamos en una época de resultados mediocres porque la gente se está conformando a los resultados que se obtienen de hacer las cosas a medias, para luego culpar a Dios diciendo “Dios por algo hace las cosas” y además de eso vivimos una vida llena de sentimientos que parece que nos persiguen y acosan.
Luego sucede que esos sentimientos empiezan a gobernarnos y hacemos de ellos una filosofía de vida, nunca le ha pasado que hay muchas personas alrededor de usted que dicen “yo perdono, pero no olvido”, y esto tiene su fundamento en el que muchas personas han decidido perdonar a alguien que les queda mal una segunda vez y encima de eso de manera deliberada o simplemente perdonan a quienes pareciera que “no valen la pena”, le ha pasado?
Entonces es importante que perdonemos pero que no olvidemos para que estemos siempre alertas de que no nos vuelvan a herir?, no cree que es eso como ir caminando todo el tiempo por la calle con un arma cargada en caso de que alguien nos quisiera asaltar o hacer daño?
Qué pasa entonces con aquella instrucción que Dios nos dio de ser imitadores de Yeshúa (Jesús)?, si Él nos perdonó y no dio marcha atrás, por qué nosotros somos incapaces de hacerlo?, acaso Yeshúa (Jesús) nos perdonó pero está atento a que volvamos a pecar?, no!, la Biblia nos enseña que no solo perdona nuestro pecado, sino que incluso olvida que lo hizo para no tener nada en contra nuestra.
La sociedad nos ha enseñado que todos los problemas se solucionan hablando, eso ha hecho que los psicólogos se pongan de moda y se hagan ricos a causa de todos nuestros problemas y del hecho que nos mandan a hablar con todas esas personas con las que tenemos conflictos para que los “arreglemos» y luego ante nuestra incapacidad de comunicarnos regresemos a otra cita que tiene un costo adicional para que podamos expresar nuestra frustración y terminemos de completar nuestra filosofía de vida asegurando que “conocidos tenemos muchos, pero amigos los contamos con los dedos de la mano”, que triste, no?
La Biblia nos enseña que no es necesario hablar con las personas para resolver nuestros problemas, como no es necesario que aquel que nos ofende nos pida perdón para que lo podamos perdonar (acaso no es ese el objetivo de que hablemos con él?), la Biblia nos enseña que para cualquier herida, el mejor remedio es ir a la presencia de Dios y permitirle que sea Él quien sane nuestras heridas y desde ahí podamos perdonar a las personas que nos ofenden y a los que nos han hecho daño y engañado sin necesidad de nada más, para que cuando los podamos ver, entender sus motivos y amarlos sin mayor preámbulo.
Que?!?!?!, así de fácil?, nada más así?, sin hacerle ver al otro que hizo mal?, sin que se lleve una lección?, y luego?, quien nos hará justicia?
Precisamente ahí es donde radica la diferencia entre hacer las cosas bien o hacer las cosas mal, el tener que platicar nuestros problemas con quienes nos ofenden, nos expone a nuevas heridas o a la decepción de no recibir lo que esperábamos, o bien a darnos cuenta que aquello que esperábamos no tiene el sabor que imaginábamos, sin embargo, cuando llevamos nuestras heridas a la presencia y a la intimidad con Dios, y permitimos que sea Él quien las sane, nuestras cargas, nuestros sentimientos son quitados en ese momento y salimos de ahí libres y con la capacidad de salir adelante y no dejar de crecer, para que nuestra vida sea cada vez mejor sin la necesidad de tener razón por encima de aquél que nos ofendió o nos hirió, pues la justicia no tiene que ver con el que cada quien reciba su merecido, sino con el que la palabra de Dios se cumpla, y Dios nunca nos prometió que regañaría y castigaría a quienes nos ofenden, sino que sanaría nuestras heridas y seríamos libres.
Por tanto, está en usted el decidir, qué es lo que quiere?, tener razón o ser sano?, tener la razón o dejar que Dios se encargue de equiparle con lo necesario para ir al siguiente nivel?, hacer las cosas a su manera o a la manera de Dios?, hacer las cosas bien?, o hacer las cosas mal, tener los resultados de los hombres o los resultados que Dios nos promete, usted es quien decide.