Es interesante entender que muchas cosas en nuestra vida luego no suceden, porque no sabemos distinguir la diferencia de como son las cosas en el Reino de los Cielos y de como son en la tierra, es decir, la mayor parte del tiempo pretendemos que Dios habite en medio de nosotros y se adapte a nuestras situaciones y no al revés, el nosotros hacer que el Reino de los Cielos descienda y vivir de acuerdo a lo que Dios nos enseña, o bien como el dicho coloquial reza “como Dios manda”.

En ocasiones, por así decirlo, lo único que nos falta es el tener los medios o el ambiente propicio para que las cosas sucedan, por ejemplo, la Biblia nos enseña que no puede salir agua salada y agua dulce de la misma fuente, en otras palabras, nos dice que no podemos pretender que nuestra boca sea un medio de bendición si hablamos maldición con ella, ya que ésta está contaminada a causa de todo lo que ha salido de ella y no tiene la condición propicia para hablar aquello que es buena y ser portadora de los beneficios del Reino de los Cielos.

Obviamente esto no nos descarta de poder ser verdadera y auténtica bendición por medio de nuestras bocas, pero nos recuerda que existen ciertos requisitos para hacerlo, requisitos que no habremos de cumplir nosotros, sino requisitos que Yeshúa (Jesús) cumplió en la cruz, solo tenemos que recurrir constantemente a la cruz, para que nuestras bocas (en este caso) sean purificadas y puedan ser un instrumento de bendición, en otras palabras no podemos hacer las cosas nomás así.

De la misma manera sucede cuando queremos hacer cambios en nuestra vida y pedimos a Dios que intervenga en ello, Dios no lo hará el irrumpir simplemente en nuestra vida y forzarnos a cambiar algo, Dios ha planeado todo para que las cosas sucedan y sobre todo que nos quede muy claro que fue Él quien intervino y no la casualidad ni la buena suerte por ello Dios requiere intimidad para poder actuar en nuestras vidas.

Existe un mito que nos dice que debemos de soltar las cosas que queremos, para que Dios nos de cosas mejores, pero en realidad no es así, Dios no hace intercambios de ningún tipo, Dios anhela superar nuestras expectativas y no solo darnos lo que pedimos, sino llevarnos al siguiente nivel, para que no solo sea un regalo, sino una transformación.

Piénselo de esta manera, Abraham anhelaba un hijo, pero Dios le dio un pueblo, no solo lo hizo Padre de alguien, sino patriarca sobre una nación entera, pero tenía que ser moldeado como tal en la intimidad.

Es por eso que Dios le pide que deje a su parentela y a su nación, le pide que deje lo que le es cómodo y lo que le es conocido, para que pueda entrar en contacto con Dios de una manera que nada de lo conocido le distraiga o interfiera en lo que Dios pretende hacer en su vida.

Por tal podemos entender, que el separarnos de lo conocido o bien de nuestra zona de confort, para que podamos dar espacio a la voz y la voluntad de Dios, para que no recibamos un regalo que parece “mágico”, sino entendamos con detalle lo que Dios está haciendo en nosotros y entendamos para qué lo está haciendo, cual es el fin y el propósito de su obra y no nos perdamos de nada.

La intimidad es el ambiente propicio para que Dios actúe en nuestras vidas, es en donde su voz que es la que lo hace todo se manifiesta para que podamos ser regresados a nuestro estado original a su imagen y semejanza y donde somos recordados de quienes somos y para qué fuimos creados, por tanto no tenga miedo de ser apartado un poco, así como Abraham, experimentará que es ahí donde los verdaderos cambios suceden y donde esa tan anhelada voz es tan fuerte que nos hace regresar de continuo.

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