Cuando las personas pretenden acercarse a Dios uno de los actos más comunes es pensar y decir “tengo muchas cosas por hacer”, aunque en realidad no tienen idea de por donde pensar ni que son todas esas “muchas” cosas que tienen que hacer.
Yo siempre parto desde un principio muy simple “muchas” no es una medida cuantificable y en realidad es una respuesta provocada por nuestra consciencia y nuestra culpa porque sabemos que debimos haber hecho más por acercarnos a Dios y a lo mucho terminaremos orando un par de días y leyendo la Biblia en no más de una ocasión y regresaremos a la rutina.
No solo nos sucede así con nuestra relación con Dios, sino con todas las cosas que nos hacen bien, como el comer más saludable y el hacer ejercicio, sin dejar fuera el leer y el pasar más tiempo efectivo en familia, y todo lo pretendemos solucionar con un “mucho que hacer”.
Pero si lo pensamos detenidamente, solamente asistiendo con un experto habremos de descubrir como desglosar ese mucho y puntualizarlo de manera que que deje de ser un “mucho» que no nos lleve a nada a que sea un 1, 2, 3 que nos haga efectivos.
Por ejemplo, el decir que tenemos que hacer mucho por mejorar nuestra relación familiar no nos dice mucho, pero si vamos directamente con nuestro cónyuge, nuestros hijos, nuestros padres y preguntamos a cada uno de ellos las cosas que esperan de nosotros y nos ponemos de acuerdo con ellos para hacer un plan, entonces tendremos una ruta crítica puntual de como hacerlo, de la misma manera sucedería si nos dejáramos asesorar por un nutriólogo para que nos aconseje como comer mejor o con un entrenador para que nos diga como podemos empezar a hacer ejercicio.
De la misma manera, nos sucede con Dios, solo tenemos que tener la absoluta intención de escucharle y será Él quien desenrede nuestro confuso “muchas cosas por hacer” y nos vaya mostrando paso a paso como recibir desde su perdón hasta su asombrosa gracia, es decir siempre tendrá para nosotros una alternativa, una solución y un consejo, y no con la intención de ser mejores, sino de regresar a nuestra identidad inicial a su imagen y semejanza.
Ahora bien, debemos de entender lo siguiente, normalmente, solemos compararnos todo el tiempo con los demás, siempre estamos en una competencia con las demás personas, y no tanto para saber quien es mejor, sino para entender quien es menos peor, pareciera que estamos destacando los errores de los demás para callar a nuestra propia consciencia y obtener tranquilidad, pero sabe, esto solo es pasajero y temporal, no tiene un efecto duradero, y sabe por qué?, sencillo, porque es de acuerdo a este mundo, pero la cita de hoy, nos dice que podemos ir delante de Dios y Él nos hablará de nuestros errores para que los resolvamos todos de una sola vez por todas, todo el tiempo, es decir, cometeremos cada error una vez y no tendremos que tropezar de nuevo con la misma piedra, si lo resolvemos de la mano de Dios, al modo de Dios y en el orden de Dios, genial, no?
Nos daremos cuenta también que muchos de nuestros errores no son visibles a nuestros ojos siquiera, pero que son ahí donde más nos afectan, es por eso que necesitamos de Dios para que nos los revele y nos permita llevarlos delante de Él para que los perdone y ponga en nosotros la capacidad de no volverlos a cometer.
Es por eso que me fascina la cita de hoy, pues nos revela la absoluta necesidad que tenemos de Dios, aun para reconocer donde estamos mal y la manera definitiva para solucionar cada situación, es justo ahí que podemos entender que Dios es nuestro todo, cuando lo aceptamos de esa manera, no lo cree?