Yo creo que todos, sino es que la mayoría de nosotros hemos escuchado alguna vez la cita de Romanos 8:28 que reza “todas las cosas vienen a bien a los que aman a Cristo”, pero la realidad es que pocos, muy pocos la entienden y muchos menos la aplican a su vida, ya que por lo general entienden el amar a Cristo como un sentimiento y en ese momento pretenden que el apretar los ojos y alguna otra parte de su cuerpo se refleje como amor y haga que las cosas que entendemos como malas se conviertan en algo “bueno” y en algo favorable para nosotros, dejando completamente fuera de la jugada a Dios, de quien se entendía se trataba todo desde un principio.
La verdad es que pocos entienden esta cita, porque por lo general la han escuchado pero no la han leído, ya que el solo decir que Dios hace que todo se convierta en bueno porque lo amamos, es una parte de dicha cita, esta termina diciendo que esto aplica para aquellos que viven conforme al propósito que éste (Dios) ha puesto para cada uno de nosotros.
Y es justo ahí donde la cosa se pone buena, pues una vez que entendemos nuestro propósito y vivamos conforme a el, Dios se encargará de hacer que las cosas se enderecen a nuestro favor, pero no para que nos vaya bien, sino para que no dejemos de cumplir ese propósito con el cual fuimos puestos en esta tierra.
Recuerda usted cual fue el problema con Adán y Eva?, si, justo eso, desobedecieron y comieron del árbol del conocimiento del bien y el mal, ahora ese conocimiento tiene que ser encausado a algún lado.
Es justo por eso que Dios dio una serie de instrucciones a los hombres (por medio de Adán y Eva que llegaron a habitar entre ellos), para vivir en justicia, ya que vivían en constante pecado y corrompimiento.
De manera que Dios les recordó a Adán y a Eva que tenían que vivir de la misma manera que vivían en el Edén, solo que ahora en la tierra, tenían que perseverar en el conocimiento de Dios y no dejar de crecer, compartir este conocimiento a quienes ya habitaban la tierra (Génesis 6) y llenar la tierra de hijos que vivieran de esa misma manera, para que éstos a su vez fueran los jueces sobre la tierra.
Aquellos quienes nacieran de la manera justa y correcta de vivir, tendrían la obediencia, el amor y el conocimiento del bien y del mal como algo natural en ellos, de manera que podrían juzgar la tierra en representación de Dios, podrían instruir a otros en justicia y podrían repudiar aquello que es ajeno a Dios de manera que pudieren establecer en la tierra un reino similar al de los Cielos y preparar la venida de aquel que la habrá de gobernar (Yeshúa o Jesús como guste usted llamarle).
Por tanto a diferencia de lo que muchos opinan, el juicio no es algo malo, pero si no estamos preparados para ejercerlo, corremos el riesgo de dañar a muchos y condenarlos por medio de ello, el juicio es el ejercicio del conocimiento del bien y del mal, pero para obras de justicia, no de condenación, aquellos que nazcan como efecto del cumplimiento de las 3 instrucciones anteriores, serán jueces para establecer la diferencia entre las cosas de Dios y las que no lo son, para que los hombres dejen de vivir confundidos y adopten una verdadera vida espiritual de acuerdo al corazón del Dios vivo.
Por tanto, aquellos que levantan juicio y tachan a unos de buenos o de malos sin estar seguros que las primeras 3 instrucciones hayan sido cumplidas y se sigan cumpliendo en ellos, viven lejos del propósito y están haciendo justicia por su propia mano.
Es precisamente que en esas 3 instrucciones encontraremos el propósito de Dios en nuestras vidas y no podemos darnos el lujo de seguir viviendo sin su conocimiento, ya que pasaremos la vida erráticos y víctimas de nuestros propios juicios inmaduros que solo nos llevarán a condenación.