Las personas siempre hablan acerca de cambiar, cuando se trata de las cosas de Dios, hay una constante en su consciencia que les hace pensar y sentir que todo el tiempo están mal y que tienen que dejar de hacer ciertas cosas, para poder hacer otras tantas y con ello agradar a Dios.
Pero en realidad las cosas no son de esa manera, no es por lo que hagamos o dejemos de hacer que agradamos o desagradamos a Dios, en realidad es por quienes somos que lo hacemos y para ello nos es necesaria la fe.
La fe es el creer, pero no simplemente creer que Dios existe, eso cualquiera lo puede hacer, aun los que no son sus seguidores creen en Dios, si nos remontamos a la Biblia, aun los pueblos paganos que veían a los israelitas caminar por el desierto, creían en Dios, pues le veían manifestado en una columna de humo de día y una columna de fuego de noche y no por creerle al verle le eran agradables a Dios.
Por tanto la fe, tiene que ver con el creerle a Dios, es decir, con el conocer su corazón y creer que todas sus palabras son ciertas, que todo lo que viene de Él es bueno y no solo para nosotros, sino para su propósito y que nos hizo parte de su plan y no de su favor, su favor es parte de las herramientas que ponen en y para nosotros para mostrarse al mundo.
Por tanto, no es que tengamos que dejar de hacer cosas o hacer otras nuevas, sino que tenemos que creerle a Dios y cuando lo hacemos, somos transformado a causa de lo que creemos provocado por la palabra de Dios, entonces, aun los que creen en Dios tienen que experimentar una transformación de fe por medio de la palabra.
Porque es justo cuando la palabra entra por nuestros oídos y nuestros ojos (al leer), que comienza dicha transformación, es cuando aprendemos a entender las cosas que Dios entiende y de la manera que Él las entiende, empezamos a ver las cosas que Dios ve y las empezamos a ver como Él las ve y empezamos a actuar como una extensión suya y no es que nos hagamos buenos, sino que aprendemos a hacernos santos, que no son sinónimos ni tiene que ver un término con el otro, ser santo tiene que ver con ser apartado, cuando nos llenamos de la palabra de Dios, nos santificamos, pues esta tiene la cualidad de llenarnos al grado que otras cosas no tienen cabida en nuestra mente o nuestro corazón.
Y es justo de lo que nos habla la cita del día de hoy, la palabra de Dios es el antídoto contra el pecado, aquel que busca a Dios en su palabra es transformado por ella, de modo que el pecado ya no le es opción, ya que hay tantas cosas interesantes y agradables que hacer que el pecado es cada vez menos agradable y atractivo y podemos vivir cada día mejor y en semejanza a lo que Dios espera de nosotros.
Obviamente no podemos dejar de pecar, eso es algo que Dios no aseguró, ya que es la condición de este mundo, quien no peca muere, ya que es su recompensa, pero lo que si, es que cada día pecaremos menos y de menor manera, no tenemos porqué tener pecados repetitivos y no tenemos porqué sufrir a causa de nuestro pecado, ya que todo el, fue lavado por Yeshúa (Jesús ) en la cruz.
Por tanto hoy le quiero retar, inténtelo, déle una oportunidad a la palabra de Dios, no se esfuerce por entender la Biblia, sino por creer cada palabra que en ella está escrita, de modo que esta verdad que se irá sembrando en usted, le va a transformar y en poco tiempo podrá constatar la cita que el salmista escribió como constancia de la fidelidad de Dios y como testimonio de su transformación, como ve?, se anima a demostrarle al mundo que Dios puede más que el pecado?