En muchas ocasiones tenemos hay cosas que quisiéramos hacer, lograr, o comprar y lo primero que sale de nuestra boca es un “si Dios quiere” y generalmente viene acompañado de un cierto bloqueo mental que pone ese anhelo en manos de alguien que pareciera desconocido y del cual ignoramos su voluntad y esperamos que decida a nuestro favor y si no es así, “por algo será”, y nos consolamos con la idea que no era parte de la voluntad de ese Dios al cual tratamos como un total desconocido.
Pero, que dice la Biblia acerca de esto?, es así como deben de suceder las cosas?, es ese el método de vida que Dios anhela que llevemos?, si lo pensamos detenidamente, las cosas que realmente queremos hacer, simplemente las hacemos y las que no sabemos como hacer, fingimos que las ponemos en manos de Dios y las sujetamos a su “voluntad» para que podamos posteriormente echarle la culpa y decir que Él fue quien no quiso.
Si hacemos referencia a la Biblia, notaremos que ninguno de los hombres y ninguna de las mujeres ahí plasmados estuvieron nunca en una situación de incertidumbre esperando saber “si Dios quería”, por el contrario, cuando hacían las cosas las hacían en el nombre de Dios y con la intención de honrarle, o bien las hacían en obediencia de acuerdo a lo que habían escuchado de parte de Dios.
Dios nos envió a la tierra como sus embajadores, es decir, somos nosotros sus representantes aquí, por tanto la autoridad de Dios está puesta en aquel que está dispuesto a vivir de acuerdo al lugar de donde viene, así como las embajadas de los países, donde aun el suelo que ocupa se rige bajo la ley del país al que representan y no de acuerdo al suelo del país que ocupan.
Por tanto es más un asunto de nuestra identidad que de saber si Dios quiere o no quiere, no lo cree?, ya que cuando entendemos que el poder y la voluntad de Dios están puestos en nosotros, ya solo es cuestión de actuar y no de detenernos a esperar, tal vez haya que esperar, pero no por la voluntad de Dios, sino a que los tiempos se cumplan, siempre con la mira puesta en el logro de lo que nos proponemos.
Salomón entendía bien esto, su sabiduría le hacía entender su papel como embajador del Reino de los Cielos, y logró no solo construir el templo para adorar a Dios, sino establecer un reino en la tierra que lograra reflejar el Reino de los Cielos, para el cual las personas incluso pagaban para entrar, los libros de historia cuentan que se recaudaban hasta 1,600 kilos de oro diariamente solamente de las cuotas de entrada a la ciudad.
Salomón entendia su papel de representante de Dios en la tierra y sabía que no tenía tiempo para ir a consultar a Dios cada detalle y luego esperar para saber si Dios quería o no, Salomón conocía la palabra de Dios y por tanto conocía a Dios conocía su manera de proceder y entendía su parámetro de acción y por tanto escribió el proverbio de hoy.
Note como la cita de hoy nos enseña que no tenemos que estar preocupados en saber si Dios quiere o no, mas bien, nos dice que involucremos a Dios en el como es que lo vamos a hacer o en el como lo vamos a obtener, para que de ese modo, Dios sea el factor de éxito en todo lo que emprendamos.
Si le quedó claro?, no es el “qué”, sino el “cómo» que es lo que Dios nos ayuda a definir, para que no importe que es lo que emprendamos, todo tenga su sello y siempre las cosas brillen para darle honra, y estemos dispuestos a darle crédito a Él, ya que sin Él no lo habríamos logrado.
Involucrar a Dios en nuestros asuntos, no quiere decir que perdamos nuestro tiempo investigando si Dios quiere o no, sino que invirtamos nuestro tiempo sabiamente discutiendo con Dios y recibiendo de Él el como lo haremos para que tenga la imagen y el efecto de las cosas que Él hace.
Así que le invito a que quite de su vocabulario el “si Dios quiere” y lo reemplace con un “como Dios quiere”.