Por lo general tenemos la idea de que cuando pecamos, merecemos un castigo y que con nuestro pecado hacemos enojar a Dios y que probablemente a causa de ello, retire su mano o su favor de nosotros.

Es interesante entender como es que muchas personas piensan en Dios como uno más entre nosotros, es un hecho que Dios anhela que entremos confiados delante de Él, pero definitivamente no es porque Él baje a nuestro nivel solo porque sea “buena gente”, sino porque tenemos acceso a subir al suyo y comportarnos como sus hijos.

No existe tal cosa como castigo a causa de nuestros pecados, ni Dios se molesta con nosotros cuando pecamos, definitivamente Dios no tiene problemas de identidad ni de autoestima, el es omnisciente y conoce nuestro corazón, sabe cuando habremos de pecar y conoce perfectamente aquellas cosas ante las que flaqueamos y lo mas importante, conoce nuestro corazón.

Por tanto, lo que nos pasa es que cuando hacemos lo indebido, de inmediato la culpa se apodera de nosotros y esa es una de las herramientas que nuestro adversario usa contra nosotros, pues nos hacen detenernos y nos impiden que mantengamos la consciencia de quienes somos y del propósito que hemos venido a cumplir, y es entonces cuando todo nos sale mal, pero tiene mas que ver con nuestra actitud que con Dios, Él no se involucra en nuestros problemas como tampoco nosotros lo involucramos en nuestro pecado.

Lo que si, es que el pecado tiene un precio, y ese precio es la muerte, cada vez que pecamos nos hacemos merecedores de muerte, por tal no es que Dios nos castigue cuando pecamos, sino que un veredicto de muerte es dado sobre nuestras vidas y ese precio exige un pago constantemente.

Todo esto esta explicado y detallado en la Biblia, y como ejemplo está la cita del día de hoy, que es un ejemplo de lo que pasa cuando pecamos deliberadamente y no llevamos ese pecado de Dios y es la consecuencia de ese pecado que reclama nuestra muerte constantemente.

Para ubicarle, estamos en la parte donde Dios destruye Sodoma y Gomorra, acaba de librar a Lot a su mujer y a sus hijas de la muerte, lejos de estar agradecida, la mujer de Lot prefiere disfrutar y saborear a aquellas la muerte de aquellos a quienes ella consideraba pecadores en su propio juicio, de modo que contrario a las instrucciones que le fueron dadas, voltea hacia atrás y queda convertida en estatua de sal.

Lot y sus hijas se van a vivir a Zoar y posteriormente deciden ir a vivir a una cueva pues temen que los habitantes del lugar les maten (sin observar que Dios los acaba de librar algo mas grande!!!), estando ahí aislados, las hijas de Lot se preocupan de con quien habrán de casarse y por tener hijos y lejos de ir a consultar a Dios quien les acaba de librar de la muerte, deciden emborrachar a su padre y tener relaciones con el, de modo que ambas quedan embarazadas y dan a luz a dos varones que posteriormente serán las cabezas de los pueblos que han de reclamar la vida de los Israelitas.

Wow!, una “pequeña» mala decisión y toda la historia cambia, no cree usted que si Dios libró de la muerte a Lot y su familia de en medio de Sodoma y Gomorra, le hubiera sido igual de fácil proveer maridos dignos para las hijas de Lot?, normalmente nuestro pecado como el de ellas tiene que ver con las decisiones que tomamos de manera independiente de Dios y ellas acarrean siempre la misma consecuencia a causa de la naturaleza de nuestras decisiones independientes.

Los Moabitas y los Amonitas fueron enemigos del pueblo de Israel por siglos, el pecado de las hijas de Lot no las afectó solo a ellas, sino al pueblo entero, ya que habían sido salvadas a causa de la oración e intercesión de su patriarca (Abraham) y su independencia afectó a todo su entorno.

Todo pecado tiene consecuencias, tal vez no sean inmediatas, tal vez no sean tangibles, pero de que tiene consecuencia, la tiene y siempre lo que hagamos de manera contraria a Dios y a su voluntad reclamará nuestra vida, hay cosas de nuestro pasado que nos perseguirán como los Moabitas y los Amonitas, hasta que vayamos delante de Yeshúa (Jesús) y le hagamos el Señor y Salvador de nuestras vidas y dejemos que sea Él quien pague el precio de muerte que hay sobre nosotros.

De manera que en ocasiones solo hay que recordar nuestro pasado para identificar la raíz de nuestros problemas y de ese modo podamos llevar nuestro pecado delante de Yeshúa (Jesús) y que sea Él quien acabe con los pueblos enteros que reclaman nuestra cabeza y exigen nuestra muerte.

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