Hay muchas maneras de ver y hacer las cosas, es mi opinión que solo hay dos, la manera de Dios y la manera en la que hacemos nosotros las cosas cuando no consideramos a Dios en nuestras decisiones, y es ya dentro de esa variación sin Dios donde hay muchas maneras de hacer las cosas mal, pero todas llevan al mismo fin, el absoluto fracaso.
El detalle, es que normalmente lo que nos falta es la visión de hacia donde vamos y como es que llevaremos a cabo esa visión, nos hemos convertido en una generación de principios, pero no bíblicos, sino solo comenzamos cosas de la cuales no tenemos la visión de como crecerán y permanecerán, nos quedamos cortos al solo soñar con los principios de algo, pero no en su trascendencia.
Vivimos constantemente con la esperanza de el éxito rápido y nos apoyamos en un sencillo “si Dios quiere”, pues si Él quiere las cosas se van a dar rápido y bien aunque no duren, pero que hay de lo que pasa después del comienzo?
Esto es tan sencillo, como comparar a un árbol con la hierba, el árbol puede tardar muchos años en hacer crecer sus raíces quienes le darán estabilidad y permanencia, mientras la hierba se expande pronto, pero su verde y su efecto es solo por una temporada, y regresará de vez en cuando, pero su efecto es pasajero.
Piense en esto, en ocasiones es agradable tirarse sobre la hierba fresca, nos refresca un momento, pero siempre buscamos un árbol frondoso para refugiarnos del calor, del sol y podemos pasar largo rato en ese lugar.
Por tanto está en nuestras manos el decidir qué es lo que deseamos sembrar cada vez que empezamos algo, ya sea un negocio, una relación, una amistad o lo que sea, si queremos enfocarnos en el principio y arriesgarnos a que sea como la hierba que es pasajera, que se seca rápido y corre el riesgo de quemarse, o bien que sea como un árbol que eche raíces y que su permanencia sea asegurada y no solo eso, que de frutos constantemente de los cuales muchos se puedan ver beneficiados.
Esto es tan simple como la oración que se enfoca en solo pedir y solo se trata de nosotros, cuando vamos delante de la presencia del todo poderoso a solo hablar de cosas vanas y pasajeras, sin pensar que cada momento de intimidad con Dios puede ser equivalente a sembrar un árbol con efectos eternos que se riega con la palabra de Dios (simbolizada por el agua) y que anuncia frutos dulces sabrosos y duraderos.
De esto se trata cuando hablamos de dar gloria a Dios por medio de las cosas que le pedimos, cuando pretendemos cosas que tengan su sello (el de Dios) y su carácter y no el del mundo, cuando aún las cosas simples son trascendentes y solamente pasamos por cada situación y cada proceso una sola ocasión.
La cita de hoy nos habla de eso precisamente, nos previene de aquellos que hacen las cosas a la ligera, sin planeación y sin visión hacia el futuro y la trascendencia que esto que hacemos tendrá, lo cual podemos hacer de muchas maneras, o bien hacemos las cosas tomando en cuenta a Dios, considerando su opinión y su palabra y tomando como fundamento el efecto duradero de lo que hacemos.
Por tanto, tenemos que pensarlo siempre y actuar de esa manera, con la intención de ser árboles y siendo pacientes, porque sus frutos no son inmediatos, pero son asegurados y no ser como la hierba que se corta pronto, que se seca y que tiene un efecto efímero.