Es impresionante, como los medios avanzan y como cosas que imaginábamos imposibles cuando eramos niños, hoy en día son reales y posibles, de hecho recuerdo que cuando yo era niño, jugábamos con la frase «hasta el año 2000!», y la usábamos para hacer un comentario sarcástico a cosas que veíamos como lejanas a que sucedieran (no crea que soy tan viejo, esa frase la usábamos en los 80’s y 90’s), recuerdo que antes lo que hoy conocemos como las famosas «cadenas» que nos llegan por correo electrónico, llegaban por correo tradicional y había quienes se ponían a escribir cartas por días a sus amigos deseándoles suerte o previniéndolos de un mal (aunque todos sabemos que no sucede ni de una ni de otra manera), recuerdo que agradable era recibir aunque fuera una carta de esas, era emocionante saber de mis primos y de mis amigos y enterarme de las cosas que sucedían en su vida, cuando hoy gracias a los medios masivos y las redes sociales, podemos en segundos enterarnos del cumpleaños de un amigo y ser parte de su celebración sin necesidad de estar físicamente ahí, podemos ver al instante y casi «en vivo» las fotos de algún recién nacido y podemos consolar a cualquier amigo que esta pasando por un momento difícil en su vida.

Wow! creo que lo que podemos hacer hoy en día supera a lo que pudiéramos haber imaginado en ese tiempo, y de lo que imaginamos en ese entonces, solo los coches voladores no han sido realidad.

Aun con tantas maneras de comunicarnos, y por irónico que parezca, estamos mas solos que nunca, ya que hay veces que preferimos tener un encuentro con el mundo por medio de nuestra computadora o teléfono celular, que en vivo, en ocasiones cometemos el terrible error de estar con algún amigo y prestarle mas atención a lo que esta pasando en nuestro celular y los medios sociales que a las personas frente a nosotros, e incluso preferimos juntarnos con otros para ir al cine en donde no podemos conversar ni convivir, en vez de sentarnos en un café y ponernos al día sobre nuestras vidas.

Esa triste actitud de desperdiciar a los demás en nuestra vida cotidiana, va mas allá de nuestra vida física y social, también Dios es objeto de este trato, solemos pasar solos por nuestras tristezas, solemos llamar nuestras las enfermedades que nos acosan, nos aislamos y vemos un solo camino para que las cosas sucedan y si no suceden de esa manera, creemos que Dios no nos escucha, o bien que «a lo mejor así lo quiere El», o «es lo mejor para nosotros».

Dios afortunadamente no es un Dios limitado, El tiene una cantidad innumerable de ángeles a nuestra disposición y que actúan a nuestro favor, de hecho esos ángeles están organizados en ejércitos que luchan nuestras batallas.

Que le quiero decir con esto?, es sencillo, hay quienes luchan contra las enfermedades que dicen «suyas», hay quienes luchan contra adicciones que dicen «suyas» y creen que por esforzarce en ello agradan a Dios, hay quienes oran y hacen guerras campales en contra de situaciones personales y espirituales que no ven pero dicen «luchar» contra ellas.

Hace unos años aprendí sobre esto, recuerdo bien como mi amiga Lila solía decirme «yo no me preocupo, me ocupo», es decir en vez de pasar horas mortificándose por algo que no podía remediar, tomaba las cosas con calma y buscaba la mejor solución posible y es curioso, porque esa solución estaba en alguien mas que en ella.

Dios nos dice en su palabra que El es «Yahvé Sabaot» (Yo soy el Dios de los ejércitos), en otras palabras, que es El quien pelea contra quien nos aflige, El tiene la cualidad de ver las cosas mas claras que nosotros y sabe perfectamente las debilidades de nuestros enemigos, solo que a su vez Dios es un caballero, jamás tomará autoridad por encima de nuestro libre albedrío o en una situación donde no lo hayamos invitado.

Por tanto, tenemos que aprender a hacer al contrario como hacemos hoy en día con las redes sociales y los medios, tenemos que aprender a tener una comunicación efectiva y hablar cara a cara con Dios y cuando tengamos una situación que nos preoupa, hagamos como Lila, ocuparnos en comunicarnos con quien si lo puede solucionar y confiar que sus ejércitos pelearan la batalla que erróneamente pensábamos «luchar».

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