He tenido una gran carga y un gran pesar por aquellas personas que me encuentro a diario, quienes aseguran que Dios las castigó e hizo venir un mal sobre ellas, cuando en realidad su malestar no tienen nada que ver con Dios y seguramente es solo su enemigo (Satanás, el diablo o como quiera llamarle) quien esta atacando su conciencia y esta usando la palabra de Dios (manipuladamente) en contra suya.

Es cierto que Dios no castiga, pero si disciplina, pero al igual que hacemos con nuestros hijos, la disciplina siempre tiene una explicación que la acompaña, así que no se confunda, si no hay explicación, posiblemente no sea disciplina, por otro lado, Dios permite que nos equivoquemos y permite que cometamos nuestros propios errores, no con el fin de hacérnoslos ver, sino con el firme propósito de averiguar si en nuestra desventura, le buscamos adecuadamente.

Cuando digo adecuadamente, me refiero al hecho de ir a la presencia de Dios, no solo a quejarnos de nuestro problema, sino a buscarlo a El primeramente, para que El tenga esa oportunidad de ser Dios, de ser Padre y de ser aquel que dió su vida por nosotros y pueda ponerle una verdadera solución a nuestro problema.

A veces nos presentamos delante de Dios con un problema, y como es común (créame he estado ahí muchas veces), vamos, nos quejamos y sugerimos la solución, pero si lo analizamos, somos como un alcohólico con una gran resaca, pidiendo dinero para un poco de alcohol para aminorar el efecto de la resaca, en otras palabras, vamos con un problema que muy probablemente nosotros hayamos causado y queremos una solución rápida que no nos requiera de esfuerzos o sacrificios y que en lo absoluto nos alejará de reincidir en el problema.

Dios tiene un carácter absoluto, es decir, no le gustan las cosas a medias, por ello nos dió su nombre para las situaciones difíciles Yahvé Rafá (Rofe), que es «Yo soy tu sanador», pero necesitamos dejar a un lado nuestra voluntad y nuestro entendimiento para que El intervenga, ya que como dice la cita del día de hoy, El perdonará nuestro pecado, es decir no solo solucionará el problema, sino irá a la raíz del mismo y asegurará que no regrese, y después hará el milagro de sanar nuestras dolencias, nuestras enfermedades o lo que sea que es lo que nos aqueje.

Hay personas (no puedo decir que todas) que pasan por terribles enfermedades, y es impresionante ver que la gran mayoría de sus malestares tienen que ver con una raíz de pecado, pero se enfocan tanto en la enfermedad que se atreven incluso a llamar suya, que no se ponen a reflexionar cual es la verdadera causa de ella, sobre todo en lo espiritual, ya que Dios nos asegura que si venimos con ese reconocimiento de pecado y con la actitud de que sea El quien nos perdone y nos sane, así será y nuestros males desaparecerán de inmediato.

En este día es mi intención que conozca y reconozca en el carácter de Dios las ganas de sanarle y de restaurarle, solo permítale que lo haga a su manera y no a la de usted, entre tanto, busque en su pasado, le aseguro que no será difícil el encontrar esa raíz que provocó su mal y expóngala delante de Dios, clame al Yahvé Rafá y reciba una solución ideal y permanente.

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